¿REGRES0?. En Hollywood se habla de una nueva entrega. / L. V.
Cultura

30 años sin parar de bailar

Se cumplen tres décadas del estreno de 'Grease', un filme que no pasa de moda y que contagió a miles de jóvenes la fiebre por el baile en plena 'era Travolta'

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Aunque entonces los mortales no usábamos internet, lo cierto es que en el verano del 78 la noticia del estreno de Grease corría por la red del boca a boca como un runrún imposible de parar. En las discotecas y en las emisoras de radio tampoco se hablaba de otra cosa. Y es que, un año antes, Fiebre del sábado noche había sido todo un acontecimiento social que todavía coleaba y que había puesto a los Bee Gees y a John Travolta en los más elevados altares de los templos musicales y cinematográficos. En las discotecas, como es obvio, siempre se había bailado, pero hasta ese momento, hasta que no subió la fiebre por la película de Travolta -al que sus detractores llamaban Tresvoltios-, nadie se había esmerado tanto en el arte de la danza bajo la bola de espejos que giraba. Numerosos concursos surgieron por las salas de baile de todo el mundo y en España, amén de las discotecas, hubo programas de televisión que decidieron apostar por el fenómeno. «Fiebre del sábado noche resultó un bombazo -rememora José Luis Fradejas, el que fuera presentador de La juventud baila del programa Aplauso-. Recuerdo que yo organizaba diferentes eventos para la discoteca Cerebro de la calle Magallanes de Madrid y un día me llamó José Antonio Parejo para tener una pequeña reunión. Parejo pertenecía al equipo de promoción de la discográfica Polydor, que era la editora de la banda sonora, y de nuestra conversación surgió la idea de pasar imágenes de la película y organizar un concurso de baile en la discoteca».

Danzad, danzad, malditos

Ese concurso fue todo un éxito y el modelo se extendió por cientos de salas de España. Todas querían tener su propio Travolta. Pero también a Fradejas le sirvió para incoporar la fórmula del concurso de bailones a un nuevo programa de televisión que se pergeñaba en ese momento. «Yo estaba en el equipo que se había formado para el programa Aplauso -dirigido por José Luis Urribarri y cuyo guionista era José Ramón Pardo- y les propuse lo del concurso. La verdad es que creamos La juventud baila como un apartado un poco a prueba, para ver si funcionaba en el formato televisión. Y vaya si funcionó, fue todo un éxito. Recibimos miles de cartas de chicos y chicas de toda España queriendo participar. Tanto es así, que Aplauso se pensó sólo para un verano y estuvo emitiéndose cuatro años.»

En aquellos tiempos, uno de los reyes de las pistas de baile de Madrid era Enrique T. Fernández, un empleado del departamento de contabilidad de una multinacional que pasaba los ratos de ocio asombrando a todo el personal por su original y prodigiosa manera de bailar. «Yo iba a Cerebro y a otras discotecas mucho antes de que se estrenasen Fiebre del sábado noche y Grease. Un día, estando en una de ellas, vi lo del concurso de Fiebre del sábado... y me apunté. En aquella ocasión no gané porque yo bailaba a mi aire y con un vestuario un poco hippie, pero aprendí la lección. Por eso, cuando me enteré más tarde que se había organizado un campeonato de España de baile Travolta basado en dos de las canciones de Fiebre del sábado noche, me conjuré para que no me pasara lo mismo.» Dicho y hecho. Enrique fue a una peluquería y mandó que le cortaran su cabellera rizada que llevaba al estilo de Jimmy Hendrix. Al peluquero le dio una foto de Tony Manero -el personaje que intepretaba Travolta en la película- y le dijo: «Quiero parecerme a éste». De allí, al sastre. «Le pedí que me hiciera un traje a medida como el que utilizaba Travolta y luego me puse a ver una y otra vez la película para sacar la coreografía al dedillo. No sé, pero debí ver Fiebre del sábado noche más de quince veces». Por último, sólo le quedaba buscar una pareja de baile. «Al final, elegí a la que era entonces novia de un hermano mío, Rosi Ramos, y fuimos ganando diversos concursos hasta que llegamos a la gran final que tuvo lugar en la discoteca Emmanuelle de Madrid». Aquella noche la sala de Capitán Haya estaba hasta la bandera, y para elegir a la mejor pareja de baile y al Travolta español había un jurado un tanto pintoresco entre los que estaban Alan Parson, Junior, Violeta Cela, el rockero argentino Moris y alguno de los miembros de Tequila.

Enrique T. Fernández -que bailaba con una pequeña tirita en la cara como Travolta en la película- y Rosi Ramos asombraron al jurado y ganaron el título. «Luego ganamos también otros muchos concursos, pero ninguno tuvo el glamour de aquel. Además, el premio consistía en un viaje a Nueva York para conocer a Travolta en persona. Sin embargo, eso no pudo cumplirse al cien por cien, pues, aunque viajamos a Nueva York, Travolta nunca apareció. Nos contaron que estaba a tope con el rodaje de Grease. Lógicamente nos llevamos una desilusión, pero por otra parte aquella noticia nos sirvió para estar pendientes de la nueva película y sus números de baile».

Así que fueron preparando el vestuario y los bailes del nuevo filme y cuando Grease se estrenó en España -a finales de septiembre de 1978- volvieron a triunfar en numerosos concursos que organizaron las discotecas de media España. «Los pocos campeonatos donde no nos daban el premio es porque decían que éramos profesionales -recuerda Enrique-, aunque eso no era verdad, nunca vivimos del baile ni formamos parte de ningún ballet. Para nosotros era sólo una afición».

El 'Travolta español'

De hecho, su pareja de baile dejó de concursar poco después del estreno y tuvo que sustituirla por una fan que tampoco lo hacía nada mal. Antonia Torres confiesa que ella iba a las discotecas donde se enteraba que bailaba el llamado Travolta español. «Es que era un espectáculo verle. Yo estuve mucho tiempo rondándole pero no acababa de trabar amistad con él. Un día en una discoteca pensé que me estaba guiñando un ojo mientras bailaba, pero resulta que es que tenía un tic nervioso -comenta entre risas-. Con el tiempo nos hicimos amigos, luego fui su pareja de baile y la cosa tuvo un final tan feliz como el de Grease. No subimos a las nubes en un coche descapotable, pero acabamos casándonos y todavía seguimos juntos.»

Enrique T. Fernández dio luego clases de claqué con el maestro Burguillo, pero nunca se dedicó al baile pese a su virtuosismo y a los ánimos que recibió del popular Ballet Zoom. Su gloria duró lo que duró el éxito de Tony Manero y Danny Zuko y hoy sigue siendo contable en una empresa. «Pero el recuerdo que guardo de aquella época es imborrable. Y Grease es una película que ha aguantado muy bien el paso del tiempo». «Es cierto -comenta Fradejas-. Quizás mejor que Fiebre del sábado noche. Se ha convertido en un icono del cine musical de todos los tiempos».

Treinta años después la película continúa conectando con las nuevas generaciones, y varios musicales basados en la obra original de Broadway se representan en los escenarios de todo el mundo. Entre ellos, uno de los más celebrados es el que, tras dos años en Barcelona, está ahora recorriendo la geografía española para presentarse en Madrid el próximo 30 de septiembre.

Una obra llena de energía

«Cuando vinieron a verlo los productores americanos -comenta el director del espectáculo Ricard Reguant- nos dijeron que es el mejor Grease que se está haciendo ahora». Cantado en castellano y protagonizado por Edurne en el papel de Sandy y Carlos Solano en el de Danny Zuko, cuenta con el texto y las canciones de la obra original de Broadway. «A partir de ahí hicimos nuestra versión -añade Reguant- para que el público pueda seguir mejor la trama y disfrutar del espectáculo. Hay que reconocer que el guión de la película era un poco tontorrón, pero se compensaba con el sentido del humor y la energía. Y esto mismo es lo que tiene nuestro espectáculo. Mucha parodia y mucha energía. Todo el elenco se deja la piel en cada representación.»

En esta versión de Grease, que vieron seiscientos mil espectadores en Barcelona, se podrán escuchar los temas más representativos del filme. «Desde el minuto uno el público conecta. No se pone a bailar porque en un teatro no hay sitio, pero creo que a muchos les encantaría». Y es que, quien no haya flexionado y movido el brazo alguna vez al compás de Grease lightning, que tire la primera piedra.