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El Líder sandinista hace fuerza con la derecha tradicional para volver al poder

Daniel Ortega, líder del izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), regresó al poder con apenas un 38 % de los votos en enero de 2007. Habían pasado dieciséis años desde el fin de su mandato en el primer gobierno sandinista (1985-1990).

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Lo logró contra todo pronóstico y gracias a una alianza contra natura con la derecha tradicional representada por el ex presidente Arnoldo Alemán.

Para retomar la presidencia Ortega abandonó algunos postulados de izquierdas. Se ganó el favor de la Iglesia al prohibir el aborto terapéutico, legal desde los tiempos de Somoza. Además pasó por la vicaría. Sus pactos ocasionaron el cisma del sandinismo que el pasado 19 de julio celebró 29 años de existencia.

Su relaciones con Venezuela, Bolivia, Cuba o Irán, -peligrosas para EE UU- su posicionamiento contra Colombia al llamar «hermanos» a los guerrilleros de las FARC, o las acusaciones de nepotismo o uso de fondos públicos no parecen preocupar a Ortega.

El oficialismo se justifica afirmando que con su regreso aumentó el presupuesto para salud y educación y no se cobran varios servicios públicos, lo que defiende como «conquistas revolucionarias». Pero la riqueza está mal distribuida y el desempleo y el subempleo son muy elevados.

Para sus críticos, como Dora María Téllez, presidenta Movimiento Renovador Sandinista y ex ministra sandinista, el balance es demoledor: ha sido una «gestión ineficaz y errática», que no aplica políticas económicas o sociales claras «ni ha sabido responder al incremento en el costo de la vida».

Mientras se multiplican las críticas, su popularidad cae en picado. Ortega no da ruedas de prensa, sino que prefiere utilizar los mítines para lanzar sus arengas: «La única alternativa que tienen los pueblos es un régimen de justicia, de equidad, de solidaridad. ¿Sólo el socialismo mos dará esa posibilidad!»