ARTÍCULO

ZP se asoma al mundo

Como a sus antecesores en el cargo, al presidente Zapatero le ha sobrevenido en su segunda legislatura el interés por la política exterior, a la que va a dedicar viajes y proyectos, con atención muy especial a los lazos personales con mandatarios extranjeros. En su discurso de anteayer en el Museo del Prado, con varios embajadores a la escucha y tras unas palabras de Kofi Annan, secretario general de la ONU, Zapatero expuso su agenda de actividades exteriores, con desplazamientos a África, Oriente Próximo y capitales norteafricanas interesadas en desarrollar programas de financiación europea en beneficio del área mediterránea.

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Los miembros (y miembras) del Gobierno van a tender la oportunidad de lucir sus respectivas gestiones ministeriales sin que la sombra constante del presidente difumine sus figuras, como sucediera en la legislatura anterior. Pero también a los ministros-as va a implicar Zapatero en la política exterior, por lo que podría hablarse de un Gobierno no sólo asomado al mundo sino casi volcado sobre él. Esa proyección de España hacia el exterior no garantiza que el país recupere el peso que algunos o muchos analistas consideran que en cierta medida perdió en los últimos años, pero la presencia más activa de la diplomacia española en los foros internacionales y las visitas del presidente del Gobierno a cancillerías de especial influencia planetaria devolverán a nuestro país un mayor protagonismo en la actualidad mundial.

Porque España, y así lo recordó anteayer Zapatero, es una potencia media (media alta o muy alta, diríamos aquí) y que ocupa su lugar estratégico de siempre en el mundo multipolar. Cuando se es la avanzadilla hacia el Atlántico de la península europea y a simple vista llega a distinguirse desde la cosa andaluza algún acantilado de Marruecos, resulta casi ineludible representar un papel de intermediación entre los dos continentes o las dos orillas: la norteafricana y la de la UE.

Aunque Sarkozy no parece un político fácilmente aprehensible, Zapatero habría conseguido hilvanar con él una relación personal que tiende a la mutua coincidencia sobre varios asuntos o problemas europeos. Uno de ellos, que tanto desagrado produce a los más respetuosos con los derechos humanos, es el de la inmigración, y el otro, la evolución de la UE hacia sus propios fines, que son los fijados en el tratado de Lisboa, al que Irlanda acaba de ponerle la zancadilla. Pero ni Sarkozy ni la canciller Merkel, ni el propio Zapatero, aceptan que el referéndum irlandés pueda frenar la marcha de Europa hacia sí misma, y delegan en el gobierno de Dublín la tarea de inventar la fórmula para corregir el entuerto.

También dedicará ZP una atención especial a Estados Unidos, y más que para mejorar unas relaciones que bajo la incomunicación de sus respectivos presidentes funcionan correctamente, para no empeorarlas. Y para ello no se volverá a apostar desde La Moncloa al candidato norteamericano que pierda las elecciones sino que, para actuar sobre seguro, se apostará a los dos. Y así va hoy mismo la secretaria de Relaciones Internaciones del PSOE, Elena Valenciano, a entrevistarse con los republicanos de McCain y, en agosto, asistirá José Blanco, número dos de Ferraz, a la Convención demócrata. Así se evitan riesgos.