ABATIDOS. Cristian, Natalio y Gustavo López se lamentan del gol de Yordi. / ÓSCAR CHAMORRO
Cádiz C.F.

Patético Cádiz

Yordi ajusticia al equipo amarillo con un gol en el último segundo Los de Calderón realizan un partido mediocre de principio a fin

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¿Ay, Cádiz! ¿Ay, Cádiz! ¿Qué vergüenza! Aythami te condena, te hunde en la miseria, aquella que has merodeado durante todo el encuentro. Es la puntilla a un equipo patético, deprimido y deprimente, que comenzó a cavar su tumba con el silbido inicial. No por previsible deja de ser lamentable. Pero... ¿Gooooooollll de Dani! Gol. Gol para acallar al respetable y a su entrenador, para cerrar bocas y, sobre todo, para evitar el ridículo. Así se esconden las vergüenzas en este club con memoria de pez y críticas efímeras. Se repetirá el discurso de la reacción, las loas al orgullo y que la salvación está más cerca.

Injusto

Pero no, no era justo. El bochorno de ayer en Chapín debía acabar así. Con un tanto en el descuento que es la máxima expresión de la sinvergonzonería de futbolistas adormilados, amodorrados y con una falta de intensidad imperdonable en el derbi. Kosowski admiraba impertérrito cómo su par entraba por banda, De la Cuesta se quedaba clavado habilitando la posición correcta de Pedro Ríos, Gonzalo asistía en primera fila al centro del jerezano, Yordi cabeceaba sin oposición, y Contreras se volvía a untar los guantes con mantequilla para que el cuero resbalara sobre sus manos temblorosas.

Así fue. Patético final. Digno de una actuación horrible. Si en Chapín se alcanzó el cielo hace tres años, el mismo estadio ha condenado al mayor de los ridículos a una plantilla que el domingo sufrirá las merecidas iras de su afición.

El Xerez se lleva el derbi. Merecidamente, quizás con mayor sufrimiento de lo debido porque la superioridad fue por momentos insultante. Los azulinos se jugaban la vida y mordían a un rival con jugadores a los que le importa un pimiento ganar que perder. Nada va a cambiar, pues llevan un mes de vacaciones (desde la victoria ante el Poli).

Vivo de milagro

La primera mitad rozaría el patetismo. Un Cádiz canalla se marchaba al descanso indemne por mor de la diosa Fortuna, la ceguera goleadora del pichichi Yordi y la madera del arco amarillo. El dominio visitante de los compases iniciales no era más un espejismo, una falsa ilusión que alimentaba la esperanza de los sufridos cadistas.

La enésima reválida de Parri desembocaba en un mejor control de balón, triangulaciones en campo xerecista pero inocencia máxima en el remate. Los de Esteban se atrincheraban atrás, presos del temor a encajar un tanto tempranero, hasta que a golpe de estrategia comenzaban a desperezarse en su casa.

Y a partir de ese momento comenzaría el bombardeo. Mendoza al larguero, Yordi a las manos de Contreras, el mismo isleño mandándola fuera sin arquero, y Pedro Ríos con un cabezazo al larguero que hacía temblar la portería cadista.

Siempre queda el consuelo de que en este Cádiz esquizofrénico la buena cara puede aparecer de un momento a otro. Y de que peor era una misión casi imposible. Pero ese casi esconde un matiz demasiado amplio.

El conjunto cadista regresaba al césped con la misma intensidad que en la primera parte, aunque con menor fortuna. En una acción desafortunada, Yordi peina un balón en el área y Aythami recoge el rechace para marcar, con Parri como espectador de lujo. Poca sangre, pese a que se empeñaran en dudarlo Fleurquin y Enrique con sendas brechas.

El gol noqueaba a los de Calderón, que en la banda personificaba la viva imagen de la impotencia y la resignación. El Xerez, que hace un mes era un guiñapo, superaba en todos los aspectos a un enemigo que se creía el Madrid de Segunda este mismo verano. Por bandas era un coladero, en el centro Parri se borró y Fleurquin no pudo solo, y arriba Casas ya ha perdido todo el crédito. Se acabaron las quejas.

Ríos desperdiciaba la oportunidad de sentenciar con un contragolpe que moría en brazos de Contreras. La victoria se antojaba corta, y más en un juego en el que la suerte goza de un papel primordial. Gracias a ella, un balonazo lo peinaba Bangoura y Dani, hiperactivo, remachaba con una buena volea al fondo de las mallas.

Increíble pero cierto. La escuadra amarilla había igualado en el marcador una contienda totalmente desequilibrada en el campo. Ese punto suponía alejarse algo más del descenso. Pero el premio resultaba excesivo para este equipo tan mezquino. Y el castigo por tal esperpento sería el más duro. En el minuto 93 Yordi, reconocido por su polémica relación con los de Carranza, ajusticiaba al contrario con un gol que les deja al borde del milagro.

En Cádiz, la vida cambió en un solo minuto. Los amarillos siguen cuesta abajo y sin frenos, y Calderón tiene las horas contadas. Otra fuerte marejada, pero ésta peligrosamente cerca del final y con severo riesgo de hundimiento. Y el sentimiento de vergüenza, de sonrojo por el espectáculo presenciado, en los rostros del cadista. Ahora sí, 14 años después, al borde de un ataque de nervios.