opinión

Calle Porvera | Los nuevos pecados

Ya sabía yo que tenía que haber una razón poderosa y trascendental que explicara que, a estas alturas de mi vida y pese a todo lo que me esfuerzo y el talento que dice mi madre que tengo, no tenga una cuenta corriente saneada. Y es que, para que ustedes lo sepan, a partir de ahora ser rico y amasar fortuna es pecado, y no un pecadillo cualquiera, no, sino uno de los capitales.

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Vaticano ha dado a conocer estos días su nueva lista de condena de las malas conductas que impiden la salvación y que se suman a los siete pecados que ya conocíamos todos y que, seamos sinceros, en los tiempos que corren estaban ya algo desfasados. Lujuria, gula, pereza, ira, vanidad... el que más o el que menos los roza y lo peor es que parece ser que ya nadie corría al confesionario para expiarlos.

Para solucionarlo, la Iglesia ha decidido adaptarse a los tiempos modernos y, por eso, los nuevos vicios que abren las puertas del infierno que inmortalizara Dante abarcan un abanico mucho más amplio del espectro social. Así, frente a los pecados tradicionales, que tenían su ámbito de influencia en el plano individual, los actuales tienen en cuenta los efectos negativos sobre los demás.

De este modo, no sólo será pecado estar en la lista Forbes de multimillonarios, sino su contrapartida, crear pobreza en el prójimo. Pero también tendrá que confesar el que contamine el medio ambiente, y los científicos que experimenten y manipulen genéticamente. Y de cara al futuro, drogarse no sólo será dañino para la salud, sino que también lo será para el alma.

Ecología, desigualdad social... no puedo ponerle peros. Aunque a mí me vienen a la cabeza muchos otros vicios que se deben haber quedado en el tintero.

ppacheco@lavozdigital.es