MILENIO

Dos criaturas

DOS nombres propios, en principio, reclaman los focos de la actualidad en la campaña electoral andaluza: el de Luís Carlos Rejón, un rojo científico que lideró la coalición IU-CA en la pasada década, y el del nuevo capitán centella del centro derecha patrio, el aspirante a ministro de Economía por el PP y ex presidente de Endesa, el joven turco (argot moderno de la información económica), Manuel Pizarro, contumaz buceador en las aguas de las contradicciones andaluzas.

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Comenzando por Rejón, digamos, en principio, que acertamos desde que lo comparamos, años ha, con la clásica figura cultural del pecador andaluz. Como un Miguel de Mañara, por ejemplo, pero laico.

Ha pasado por muchas militancias, todas izquierdistas, y comenzando ahora con dignidad a peinar canas con profusión, confiesa públicamente, como aquellos cristianos de la Roma imperial, que su voto y su fervor político están actualmente en la parcela andalucista. Se cae del caballo Rejón, como San Pablo, y sin perder la dignidad proclama su nuevo compromiso político.

En Baracaldo o en el barrio de Salamanca de Madrid, no lo comprenderían, pero aquí, sí.

Porque desde esta realidad podemos entender hasta al exótico, citado y pintoresco Manuel Pizarro, quien insiste en calificarnos como subsidiados, él, por cierto, que se llevó dos mil millones en el remolino de la compra-venta de las acciones de Endesa en poco más de varias semanas. Lo que hay que soportar de estos señoritos que juegan con ventaja (información privilegiada), en la ruleta rusa de la Bolsa.

Pero ya verán como la gerontocracia de su partido lo pasea por Andalucía intentando deshacer entuertos. Pero será complicado. El tal Pizarro, pagado de sí mismo, altanero y con complejo de superioridad, seguirá con su actitud prepotente y paternalista ante el paisanaje andaluz y soltando tópicos y lugares comunes, más o menos manoseados, para vacilarnos y aparentar un talante humilde y diligente. Pues que venga relajado el notable fenicio porque nadie le molestará ni le prestará excesiva atención. Aquí, con más de dos mil años de historia. Venga, tío.