RENOVACIÓN. Imagen de un olivar en seto, que podría suceder a buena parte de los árboles.
Economia

El olivar del futuro

Los viejos árboles dejan paso a pequeños setos que reducen en un tercio los gastos anuales de explotación y multiplican por 2,4 la producción de aceite

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Renovarse o morir que, en este caso, sería más bien estancarse en los viejos laureles. Esa es la encrucijada en la que se encuentra el sector agroalimentario del aceite, según coinciden casi todos sus representantes, si bien las recetas para afrontar el futuro con cierto optimismo son algo variadas y no siempre compartidas por todos. Una de las que cobra más fuerza cada año, aunque su aplicación aún dista mucho de ser generalizada, es el llamado olivar en seto que, según sus impulsores, debería suceder a largo plazo a buena parte los árboles tradicionales, si bien nunca los reemplazaría por completo.

El nuevo método, por el que apuesta de forma decidida el Grupo SOS -líder mundial en la comercialización de aceite de oliva envasado-, viene a reducir en un tercio -en concreto, un 36%- los gastos anuales de explotación, al tiempo que multiplica la producción por 2,4 veces, al pasar de 750 a 2.000 kilos por hectárea. No es la única ventaja cuantitativa del olivar en seto, pues el número de plantas en esa misma extensión oscilaría entre las 1.670 y las 1.975 frente a las 750 que permite el olivar tradicional en copa. Si se mide el tiempo de entrada en producción de cada árbol, la diferencia también es ostensible: el primero tarda la mitad que el segundo (2,5 frente a 5 años).

Recolección mecanizada

A su vez, la recolección se puede realizar de forma totalmente mecanizada en el caso del olivar en seto, mientras que en el tradicional y el intensivo la automatización sólo es parcial. Ello permite que en los primeros el coste de recogida de la aceituna sea de tres céntimos por kilo, casi siete veces menos que los 20 céntimos que vale hacerlo en el segundo en condiciones análogas. Asimismo, con las nuevas plantas se puede elegir el momento «óptimo» de recolección, «atendiendo exclusivamente a parámetros de calidad», lo que según los expertos supondría verse liberados en cierta medida de las restricciones de estacionalidad que pesan sobre el sector.

No obstante, y a pesar de las bondades que venden los promotores de esta nueva olivicultura -«más productiva, menos costosa y, por lo tanto, más eficiente», afirman en SOS, dueña de las principales marcas del mercado español e italiano, entre ellas Carbonell, la más vendida en el mundo-, también hay algún pero, para ellos menor. Este nuevo tipo de plantaciones requiere -reconocen- de «un alto grado de conocimiento de botánica, fisiología y morfología del olivar», de manera fundamental en la poda y la conducción, que son casi las únicas acciones que no se pueden mecanizar y requieren mano de obra. Dichos cuidados, a su vez, se concentran en los dos primeros años de la plantación, de manera que a partir de entonces bastaría con una vigilancia menor.

El proceso de diseño de este nuevo olivar surgió hace 15 años a partir de la experiencia previa en el viñedo en espaldera, y desde entonces se ha ido perfeccionando. Pese a ello, la conversión en setos desde los árboles tradicionales (que han de ser arrancados para ceder su espacio) aún es lenta, a un ritmo de sustitución de entre el 2% y el 3% anual de la superficie olivarera total.

Andalucía -principal productora de aceite en España-, Extremadura y, en menor medida Cataluña, son las comunidades donde hay un número mayor de las nuevas plantas, que también avanzan en su desarrollo por Aragón, Castilla-La Mancha, Murcia y Navarra y, ya en el extranjero, por Portugal -donde la silueta del olivar tradicional deja cada vez más paso a una imagen similar a la de los viñedos-, Marruecos, Italia, Chile y Estados Unidos. Pese a ello, el olivar en seto todavía ocupa en el territorio peninsular apenas unas 37.000 hectáreas frente a los 2,5 millones por las que se extiende el tradicional.