DESDE EL SUR

LAS MIGAJAS DE LA OPOSICIÓN

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No hace tanto tiempo los políticos eran bastante más discretos a la hora de hablar abiertamente de sus intenciones y deseos a la hora de presentarse en una lista electoral. Con la llegada arrasadora de los chicos malotes de Podemos, han nacido como setas partidos políticos sin más sentido que el de intentar hacerse un hueco en la bancada de la oposición. Saben que nunca van a gobernar. Tampoco lo pretenden, aunque en sus intervenciones públicas ante los medios de comunicación sueltan la típica perorata de «cuando yo sea alcalde…». Son víctimas del ya bautizado término «migajas de la oposición», es decir, que se conforman con obtener un acta de concejal y vivir del cuento durante los cuatro años venideros, con una media dedicación exclusiva o algo parecido que el alcalde de turno le otorgue en gracia.

Las migajas de la oposición se están convirtiendo el pan nuestro de cada día –nunca mejor dicho– y más de uno lo pregona por los rincones de su ciudad sin rubor alguno. Al fin y a la postre cobrar mil y pico euros al mes por no hacer nada es mucho más rentable y sano que trabajar ocho horas al día por el mismo sueldo. Miento. Una vez al mes tienen que hacer acto de presencia física asistiendo al obligatorio Pleno Ordinario. Puedo asegurarles que en los ayuntamientos de toda España hay concejales de la oposición que han cobrado a lo largo de los últimos cuatro años más de 60.000 euros por no hacer, ni decir, ni pensar nada. Ni sienten ni padecen. Ni opinan. Son ediles electos por cientos de ciudadanos que decidieron en su día darles la confianza a la hora de introducir sus votos en las urnas. Muchos de ellos quieren repetir. Saben que si han estado cuatro años de vacaciones con sueldo incluido pueden estar ocho. Así de sencillo. No quieren gobernar porque para eso hay que trabajar y echarle muchas horas. Están bien en la oposición. No pretenden cambiar el mundo, ni siquiera intentarlo. Quieren sus medias dedicaciones para vivir sin hacer nada, sin pensar en nada y con la mala suerte de tener que asistir una vez al mes al aburrido y cansino Pleno Ordinario.

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