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Miércoles, 28 de junio de 2006
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DEPORTES
mundial de futbol ! alemania '06
España sucumbe ante el oficio francés
La selección de Luis Aragonés falla en el momento decisivo ante una Francia más sabia y entierra su sueño en el Mundial de Alemania
Era la hora de la verdad y España no estuvo a la altura. Le sobró bisoñez y le faltó el oficio que tuvo Francia, una selección en decadencia, es cierto, pero todavía competitiva. Desde luego, lo suficiente como para enterrar los sueños de la selección española, a la que le faltó cuajo y saber estar. Demasiado plana, sin esa sabiduría que se necesita para descifrar las entretelas de los partidos de alto rango, acabó perdiendo en los últimos diez minutos, tumbada por dos viejas glorias de 'les bleus': Viera y Zidane, que seguirá jugando al fútbol al menos un partido más.

Luis Aragonés había jugado muy fuerte redoblando su apuesta por el toque hasta el máximo nivel posible dentro de los límites que impone la cordura. Sobre el papel, España no tenía ayer término medio. O tocaba o moría. O alcanzaba la excelencia o caía en el descrédito. Era un dilema emocionante, una ruleta rusa. Entre otras razones porque ese forma de juego obligaba a la selección a juntar las líneas adelantando la defensa. Lo que unos llaman achicar y Luis Aragonés, más castizo, estrechamiento. Y estrecharse con armonía es complicado. Hay que bordarlo.

El riesgo era evidente. Excesivo con ventaja en el marcador, como se demostró. Henry era como una espada de Damocles y la afición española vivió siempre con el alma en vilo, pendiente de los linieres. Durante la primera parte, la estrella del Arsenal cayó una y otra vez en la tela de araña. De hecho, volvió a estar en fuera de juego cuando Francia empató poco antes del descanso. El problema para España fue que Ribery salió en posición reglamentaria desde atrás y logró el 1-1 desbordando a Casillas.

Talento y ganas

El partido examinaba la fibra competitiva de una nueva generación de jugadores españoles. Chicos con talento y ganas de comerse el mundo en los que Luis Aragonés ha depositado una confianza ciega. De este modo, había mucha expectación por comprobar cómo entraba España en el partido, cuál iba a ser su primera respuesta cuando el balón se pusiera a rodar en el Niedersachsenstadion de Hannover. Y lo cierto es que la primera visión del encuentro no pudo ser más clara. España quería la pelota y Francia ponerse a buen recaudo, con toda la tropa detrás del balón, los volantes cerrando la banda y Vieira y Makelele turnándose en las salidas a tapar.

Era un duelo táctico sin concesiones, el típico partido sin aire y lleno de apreturas que se juega en 40 metros. Y a España se le atragantó. Tenía la pelota, pero no era lo suficientemente vertical como para poner en aprietos a Barthez. Nunca lo fue. Para serlo le faltaba explotar mejor las bandas y activar las llegadas de Cesc y Xavi. Así las cosas, el equipo de Luis Aragonés apenas creó ocasiones durante la primera parte. Y éste sería su triste sino durante todo el partido. Ahora bien, hizo lo más difícil: adelantarse en el marcador. Fue en un claro penalti de Thuram sobre Pablo Ibáñez, que había subido a rematar un córner. Villa transformó la pena máxima a la perfección. Era el minuto 26 y España tenía el partido donde quería. Al menos, sobre el papel.

El gol, sin embargo, sólo tuvo efecto en las gradas. En el campo todo siguió igual. Francia sabe mucho y lo tenía muy claro. Riesgos cero. Curiosamente, los riesgos continuó asumiéndolos España con la defensa igual de adelantada que al principio. Y ya se sabe lo que tiene jugar con fuego. En este caso, la quemadura del empate de Ribery en el minuto 41 y la obligación de volver a empezar de cero en la reanudación.

El plan B

Como hizo ante Túnez, Luis Aragonés decidió activar el plan B. Esta vez no fue en el mismo descanso sino en el minuto 52, justo después de que Malouda diera un susto de muerte en otra entrada desde atrás cortando por el pasillo que había entre los dos centrales. Joaquín y Luis García salieron en lugar de Villa y Raúl, que se había fajado con ganas pero con un impacto mínimo en el juego de la selección. Los cambios, sin embargo, no tuvieron el efecto deseado.

El juego de los dos equipos continuó por los mismos derroteros. España, metida en un trasiego inane ya que no le conducía a los dominios de Barthez y Francia, bien pertrechada y al acecho de su ocasión, buscando no ya sólo a Henry sino, sobre todo, la llegada desde atrás de sus centrocampistas. De gente como Ribery, que dio una mala noche a Pernía, o de Vieira.

Que al sabio de Hortaleza no le gustaba nada lo que estaba viendo se demostró cuando, en el minuto 70, prescindió de Xavi, que nunca llegó a entrar en el partido, y metió a Marcos Senna. De nuevo, nada cambió. El partido iba a decidirse en los pequeños detalles y Francia, más lista, los tuvo de su parte con los goles de Vieira en una falta dudosa de Puyol y, ya en el descuento, con el 3-1 de Zinedine Zidane, que ya no brilla, pero todavía deja destellos.

En fin, que España volvió a cosechar un nuevo fiasco para su rica colección de decepciones en Mundiales y Eurocopas. Ya hay una nueva razón para hablar de lo que un periodista mexicano calificó hace unos días como «el estigma español», ese maleficio que impide a la selección responder a las grandes expectativas que genera. Y es que, tristemente, a este equipo siempre le pasa algo. Malo, se entiende. O fallan sus jugadores o el entrenador se confunde o le machaca el árbitro o la mala suerte le hace trizas. El caso es irse a casa antes de tiempo, con esa cara que se te queda cuando descubres que los sueños no son la realidad.



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