Suma y sigue. El pentacampeón ya encadena once victorias consecutivas en fases finales de la Copa del mundo, donde ha ganado todo desde que cayó ante la Francia de Zidane en Saint Denis. Y, encima, no se desgasta. Aunque en fútbol al menos hay que comparecer, el método de la 'canarinha' se asemeja al de los grandes saltadores, que se reservan para franquear alturas intermedias y empiezan a competir contra los elegidos. Algún día serán castigados por jugar con esa suficiencia.

Con la ley del mínimo esfuerzo -igual que en la primera fase ante croatas, australianos y japoneses-, Brasil se desembarazó de Ghana, un equipo fiel al contradictorio estilo africano. Es una selección aseada, que toca bien de medio campo hacia arriba, con un físico sobresaliente, pero con unos despistes imperdonables a este nivel. Sus hombres son muy buenos en categorías inferiores, pero no maduran en la élite. Su filosofía es otra.

En un fútbol tan rácano y especulativo como el de hoy, se agradece que las 'estrellas negras' quisieran achicar espacios y adelantaran la zaga al centro del campo. Es un rasgo de valentía. Pero hacer eso sin presionar al poseedor del balón, encima si éste tiene la clase de los brasileños, es como hacerse el 'harakiri' ante medio mundo.

Si esa era el arma que tenía escondida el serbio Dujkovic, no supo calibrarla, o sus novatos jugadores emplearla. Por más que los ghaneses militen en siete ligas europeas, no evitan su extrema candidez, su falta de malicia. Hasta cuando pegan lo hacen a destiempo, se les ve de lejos y se ganan la tarjeta. En un visto y no visto, acumularon dos y a Muntari le perdonaron la roja. No entienden lo que son las faltas tácticas.

Orden establecido

Precisamente, por esta suma de pequeños detalles todos los africanos vuelven pronto a casa. Al meterse en octavos, Ghana salvó el orgullo de Togo, Costa de Marfil, Angola y Túnez. Pero ayer evidenció que las diferencias hasta aumentan; que el viejo orden sigue establecido.

Cuatro minutos. Ese fue el tiempo que precisó la 'canarinha' para encarrilar el partido. Lo que tardó Kaká en ver que nadie le encimaba y que Ronaldo arrancaba en posición legal mientras los africanos salían. Y anda que el madridista se puso nervioso para marcar su gol 15 en los Mundiales y superar el récord que compartía con 'torpedo' Muller. Controló, hizo la bicicleta al portero y marcó a puerta vacía. Como si fuera lo más sencillo del mundo. Y no lo es, como ejemplificó poco después Adriano en una acción muy similar en la que optó por el piscinazo.

A partir de ahí, la 'verdeamarella' se vino atrás, se relajó, dejó hacer a Ghana y esperó su momento como el que toma el sol en Copacabana. Es verdad que los brasileños se defendieron rematadamente mal, que los africanos se presentaban fácil en el área en la primera parte. Pero no es menos cierto que Brasil tenía toda la pinta de poder dar un acelerón en el momento que quisiera. Como si no le preocupara poder encajar el gol del empate. Habría que exigirles más a las estrellas de Parreira. Claro que mientras ganen no hay manera de que cambien.

Amoah, Gyan y Mensah no supieron sacar provecho del engañoso dominio ghanés y, con sus errores en el remate final, evitaron echarle un poco de picante a un partido soso. Y cavaron definitivamente su tumba con la ayuda de un asistente del eslovaco Lubos Michel, quien no vio el claro fuera de juego de Adriano en boca de gol. Queda mal que el gol 200 de Brasil en la historia de los Mundiales fuese ilegal.Pero, en cuartos, empieza el verdadero Mundial para Brasil. Y sus estrellas llegan frescas.