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Miércoles, 28 de junio de 2006
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El capitán majestuoso
Zinedine Zidane rubricó con el sello de su extraordinaria clase la remontada francesa en la infausta noche de Hannover
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La clase impagable de Zinedine Zidane engrandece a Francia. El mejor futbolista de la historia reciente rubricó con el sello de su extraordinaria clase la victoria excesiva de Francia sobre España. Su gol en el tiempo añadido, 29º de su carrera internacional, desmintió las necrológicas prematuras que entonaban en tono elegíaco el epílogo de una trayectoria simpar. De sus botas tocadas por la gracia divina partió la remontada francesa en la infausta noche de Hannover. Un tanto de ejecución escolástica y una falta tocada con la mejestuosa levedad de su ser liquidaron el sueño español.

Los grandes jugadores eligen las ocasiones señaladas para exhibir sus excelsas cualidades. Brasil lo aprendió hace ocho años en el Stade de France. La prometedora escuadra de Luis Aragonés, carne trémula a falta de un hervor, sufrió anoche otra lección del catedrático marsellés. Regresó el hombre diez tras una ausencia por acumulación de tarjetas para capitanear con maestría, temple y elegancia a un combinado que crece según transcurre el torneo al compás de su majestuoso metrónomo.

Zidane salió con hambre de balón. El ayuno de la suspensión le había dejado famélico. El partido contra Togo lo había presenciado en los vestuarios de Colonia por televisión en compañía de Abidal, también castigado. Los botellines de agua volaron a patadas con el par de goles que certificaron el pase a octavos. Eso contó el lateral de Lyón sin ser desmentido por su capitán. Pero la patada a la puerta de Leipzig no la ha reivindicado.

Por el contrario, una nota de la Federación francesa negó que el genio del genio hubiese dejado una huella imperecedera en la madera tras ser sustituido en el último minuto del encuentro contra Corea. El gerente del estadio había dicho que no iba a reparar los daños como «recuerdo eterno» del paso tumultuoso de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos.

La impronta imborrable de 'Zizou', la genuina, está forjada en una elegancia legendaria. Contra España destiló una selección de gestos marca de la casa que ya alimentan la añoranza. Un pase en profundidad de tacón a Malouda. Otra gran asistencia en profundidad al mismo jugador que puso a prueba la agilidad de Casillas.

Una gran apertura con el exterior a Henry por el pasillo derecho que a los 23 minutos había puesto a los luego goleadores Vieira y Ribéry en un tris de inaugurar el marcador. Diez minutos antes había enganchado un disparo en la frontal que salió rebotado a córner. El electrón libre de la central eléctrica francesa aprovechó al máximo su total libertad de movimientos en ataque.

'Cesar Imperator'

Un par de despejes en su área de cabeza en saques de esquina, un roce con Xabi Alonso, a cuyas salidas desde la medular con el balón estuvo con frecuencia vigilante, y hasta una nueva amonestación por excederse con Fábregas evidenciaron su entrega también a las tareas defensivas.

Impregnado por unas horas en el elixir de la eterna juventud, 'Zizou' rubricó a sus 34 años recién cumplidos su partido más completo en el Mundial de Alemania en una actuación premonitoria del reverdecer de nuevos laureles en la brillante calva del 'Cesar Imperator'.



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