Thierry Henry no recordará el partido de ayer por su gran actuación personal. De hecho, al delantero del Arsenal le costó entrar en juego y, aislado en la delantera, apenas dispuso de un par de buenos balones para sacar a relucir una pequeña parte de sus inmensas cualidades para jugar al fútbol. Sin embargo, la estrella gala grabará el encuentro de ayer en su memoria como la noche en la que consiguió liberarse del regusto amargo que le produjo la final de Liga de Campeones. Y es que, aquel día, aunque metió el miedo en el cuerpo de los aficionados del Barcelona con sus galopadas, sufrió un gran marcaje de Puyol y acabó perdiendo el partido sin conseguir batir a Víctor Valdés. Y ayer, en lo que se refiere al juego, las cosas no cambiaron demasiado. Puyol volvió a respirarle en la nuca, cayó en demasiados fueras de juego y estuvo demasiado aislado en la punta de ataque. Hasta el punto de que no gozó de ocasiones de gol y su acción más determinante fue provocar la falta -cometida por Puyol- que derivó en el segundo gol del conjunto de Raymond Domenech.

Con todo, Henry terminó el partido con una profunda sensación de satisfacción. Y es que en lo fundamental sí consiguió resarcirse. No consiguió marcar, ni tampoco superar a Puyol por velocidad. Pero Francia ganó y accedió a los cuartos de final, donde ahora le espera Brasil.