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Matteo Renzi, en su último mitin de campaña defendiendo el «sí» en Florencia - REUTERS

Matteo Renzi se juega hoy su supervivencia política

Una victoria del «no» en el referéndum sobre la reforma constitucional en Italia daría otro impulso al populismo tras el Brexit y la elección de Trump en EE.UU.

CORRESPONSAL EN ROMA Actualizado: Guardar
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En un clima envenenado y de profunda división, unos 51 millones de italianos, de ellos 3,5 millones en el extranjero que ya votaron, son llamados a pronunciarse sobre la reforma constitucional. Ha sido una pésima campaña, que ha llevado al país a dividirse como nunca había sucedido en su historia republicana. Habría que remontarse al final de la Segunda Guerra Mundial cuando el país quedó devastado por la guerra y dividido. Muchos italianos, como ha hecho el expresidente del Tribunal Constitucional, Gustavo Zagrebelsky, quien hoy votará «no» a la reforma, lamentan tener que evocar el clima de aquellos años, cuando los italianos fueron convocados a las urnas para elegir en un referéndum en 1946 entre Monarquía y República y para elegir una Asamblea Constituyente, la cual con sabiduría elaboró la Constitución que entró en vigor en enero de 1948.

La verdad es que Italia ha conocido durísimas campañas electorales, algunas feroces como el referéndum sobre el divorcio (1974) , el aborto (1981) o contra la energía nuclear (1987). Pero nunca se polarizó tanto la sociedad, seguramente porque había más cohesión social y más esperanza de la que ahora existe en el futuro.

Exhaustos y enfadados

Hoy con la crisis económica, que ha destruido la clase media italiana, con el pesimismo de saber que los hijos tendrán una vida peor que los padres, los italianos se presentan a las urnas cargados de rabia y exhaustos por una campaña que ha durado siete meses. En este tiempo no se ha hablado de otra cosa en el país, con el Parlamento prácticamente bloqueado, con una enorme preocupación social porque la crisis se mantiene, la economía no despega como en otros países (el próximo año Italia crecerá el 0,8%, casi a la cola de Europa); además, sigue el nerviosismo porque la Banca es frágil y en este clima no se han podido realizar ampliaciones de capital, que son urgentes para algunos bancos (los créditos de difícil cobro ascienden a 350.000 millones de euros).

El primer ministro, Matteo Renzi, embarcó al país en esta reforma constitucional que se empezó a elaborar en el Parlamento hace dos años. El resultado es una modesta reforma, con estos puntos más visibles y de mayor repercusión: supresión del bicameralismo paritario (el Senado será una cámara territorial, con poco poder), reducción de los costes de la política con la eliminación de provincias y 215 senadores, además de quitar poder y competencias a las regiones introduciendo la «cláusula de supremacía», que consiente al Estado, a propuesta del Gobierno, de tener siempre la última palabra sobre cualquier materia que se considere de interés nacional. Con esta cláusula se pretende tutelar la unidad jurídica o económica de la nación.

Otras prioridades

La pregunta que hoy se hacen muchísimos italianos es esta: ¿Ha valido la pena hacer este camino, con un resultado modesto, cuando el país tiene pendientes reformas mucho más urgentes como la burocracia, la competitividad, la educación, la fiscalidad, la investigación? La respuesta que se dan muchos es que seguramente no valió la pena, porque con esta campaña se han olvidado otras prioridades y encima se ha creado un ambiente de odio «guerracivilista», con deslegitimación violenta del adversario político o de quien simplemente piensa de manera diferente, incluyendo disparatados insultos o mentiras. Así, el cómico Beppe Grillo llamó a Renzi «cerda herida», o «asesinos en serie» a quienes promueven el «sí» a la reforma.

Renzi actuó con la soberbia y la arrogancia de dar a entender que la alternativa a él solo podía ser el diluvio

El grave error, que luego ha reconocido, fue de Matteo Renzi, al personalizar la campaña como si el referéndum fuera un plebiscito sobre él, anunciando que si lo perdía se marchaba a casa. En un país con el grave problema de la falta de una clase dirigente, Renzi actuó con la soberbia y la arrogancia de dar a entender que la alternativa a él solo podía ser el diluvio. El resultado ha sido que toda la oposición ha montado una campaña feroz para debilitar o eliminar políticamente al primer ministro italiano. En un principio, al exalcalde de Florencia, que ama los desafíos, parecía importarle poco esa imagen de «Renzi contra todos», porque se sentía vencedor. Con la victoria del Partido Democrático (PD), del que es secretario general, en las elecciones europeas del 2014, con el 40,8% de los votos, un resultado insólito y extraordinario, Renzi se creyó invencible. Pero después, muchos ciudadanos se han puesto en su contra, viendo que la crisis continúa y que no se cumplían sus promesas.

Al final, Renzi rectificó señalando que en el referéndum solo se vota la reforma de la constitución y no sobre el primer ministro o el Gobierno. En teoría es así, pero en la práctica no. El contenido de la reforma constitucional ha quedado casi al margen en muchos debates, porque el objetivo era golpear a los favorables del «sí». Muchos acudirán a las urnas con la intención de castigar a Renzi y su Gobierno. Así lo harán sobre todo los partidos populistas, que sueñan con hacer de Italia la tercera etapa de su camino triunfal, tras el Brexit y la victoria de Donald Trump. Para ello la consigna de Grillo es que se vote de forma visceral y no con la cabeza, mientras que el «lepenista» Matteo Salvini grita que se vote «no» para castigar a Bruselas y a la UE, «origen de todos los males de Italia». La xenofobia de Salvini le llevó el viernes a aplaudir con fuerza a un niño que gritaba «no queremos extracomunitarios». Un gesto que refleja la barbarie demostrada por los populistas.

Resurrección de Berlusconi

La campaña contra Renzi ha obtenido incluso el milagro de resucitar a Silvio Berlusconi, quien ha logrado recuperarse de su grave operación a corazón abierto en junio, con entrevistas en todas las televisiones. Mientras su grupo Mediaset, por interés económico está a favor del «sí», Berlusconi echa pestes de la reforma por considerar que lleva al país a un régimen autoritario, a una dictadura. «Si Renzi pierde, debe dejar la política», afirma Berlusconi. El magnate ha disgustado a muchos de sus seguidores moderados, porque la reforma que hoy se vota contiene elementos que él mismo ha defendido siempre, como la supresión del bicameralismo. Observando estas contradicciones del excavaliere, Renzi en su último mitin de campaña del viernes hizo un llamamiento a los moderados y seguidores de Berlusconi para obtener su voto: «Con nosotros hay muchas personas del centro-derecha».

Lo que esta campaña ha demostrado es que, en cierta forma, se ha terminado una época para los partidos políticos e incluso las categorías del pasado, como derecha e izquierda, están siendo superadas, según manifestaba a ABC el líder de los centristas, Pier Ferdinando Casini: «La cuestión ya no se pone en términos de derecha e izquierda, sino entre un frente de responsabilidad y reformista, y otro demagógico y de irresponsabilidad. El esquema tradicional ha cambiado. Es verdad también que se acabó una época para los partidos».

Si Renzi gana el referéndum deberá emprender un camino de reformas estructurales

Buscando una cierta «paz social» y para conquistar a los indecisos y el último voto, Renzi subió las pensiones más bajas entre 30 y 50 euros al mes, y logró un acuerdo del Gobierno con los funcionarios, subiéndoles 85 euros al mes, un acuerdo importante porque llega tras siete años de negociaciones y porque afectará a 3.300.000 funcionarios. Pero, si Renzi gana el referéndum ya no le bastará con seguir haciendo «regalías» o favores para ganar votos, sino que deberá emprender un camino de reformas estructurales, con inversiones productivas y reducción del gasto público, olvidándose de los bonos y subsidios electorales.

Será fundamental también lograr una cierta pacificación del clima envenenado que vive el país, donde la división se ha producido incluso entre amigos y familias, un hecho que se refleja con las agrias discusiones que se ven en las redes sociales.

En Bruselas y en las cancillerías europeas se observa con enorme interés este referéndum, porque tendrá notables repercusiones en Europa. La estabilidad de Italia, tercera economía de la Eurozona, es fundamental. Este país está hoy en el punto de mira de los grandes inversores internacionales. Una victoria del «sí» ayudaría a calmar las aguas y a alejar el clima de tormenta. El «no» daría paso a la especulación y la prima de riesgo subiría, porque los datos económicos no son nada halagüeños: la deuda externa de Italia supera los dos billones de euros y representa el 133% del PIB.

Ventaja del «no»

Las urnas se cierran a las once de la noche. Está prohibido hacer públicos los sondeos durante las dos semanas previas al referéndum, y las últimas encuestas eran favorables al «no». En los últimos días, la diferencia se ha reducido sustancialmente. Renzi dice que la victoria del «sí» está al alcance de la mano: «La partida está abierta, nos la jugamos por un puñado de votos». El cómico Bepe Grillo, que daba como segura y amplia la victoria del «no», en el cierre de campaña fue prudente: «El país está dividido. También la derrota nos dará fuerza».

Con el resultado en el aire, todos piensan ya en mañana lunes para ajustar cuentas. Decisivo será el papel moderador del presidente de la República, Sergio Mattarella.

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