Baltasar Garzón
Baltasar Garzón - isabel permuy

Baltasar Garzón, el cazador de sumarios

Se hizo juez «para servir al pueblo», pero su «bulimia procesal» y su polémica forma de instruir acabaron con su carrera por prevaricación

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El joven Baltasar Garzón Real quería ser misionero o médico, porque tenía vocación de «servicio a los demás», pero durante el curso preuniversitario asistió a la charla de un magistrado que le cambió la vida. Fascinado por aquel jurista que en el franquismo hablaba de la igualdad de todos ante la ley, Garzón decidió hacerse juez y «servir al pueblo desde la ley». Eso dicen sus amigos, pero quienes no lo aprecian tanto lo acusan de usar la ley para servir a sus propias convicciones políticas, perseguir por los crímenes de dictaduras de derechas, pero no los de la izquierda, y «ajusticiar» a sus enemigos.

Llegó a la Audiencia Nacional en 1988, tras haber pasado por juzgados de Huelva, Jaén y Almería.

Sus éxitos en la lucha contra ETA y el narcotráfico gallego y su afán por salir en la foto lo convirtieron en el juez estrella por excelencia, primero en España y, desde que ordenó detener al dictador chileno Augusto Pinochet, en medio mundo. Baltasar Garzón ha sido idolatrado, sobre todo en algunos países de Iberoamérica, pero datos puramente objetivos cuestionan sus capacidades como juez instructor.

Procesó a Bin Laden

Compañeros de carrera, como Javier Gómez de Liaño, han criticado su «bulimia procesal», porque acaparaba los casos: mantenía durante años infinidad de sumarios abiertos que le permitían declararse competente cuando entraba en el juzgado un asunto mediático relacionado con uno de esos procedimientos. Esta estrategia le permitió, por ejemplo, dictar un auto de procesamiento contra Bin Laden. Le han llegado a acusar de no instruir sumarios, sino telediarios.

En algunos casos no mostró mucho interés en avanzar. Mantuvo varios años «dormido» al Faisán, el chivatazo a ETA en tiempos de Rubalcaba como ministro del Interior. El sumario no progresó hasta que lo tomó su sustituto, Pablo Ruz. También abusó de la prisión preventiva, llegando a acumular simultáneamente hasta 400 imputados encarcelados antes del juicio. De hecho, Garzón destacó por enviar a prisión a aquellos que no declaraban lo que el juez quería escuchar.

Uno de los sumarios más polémicos que instruyó fue el de los GAL, en el que procesó a quienes habían sido sus «compañeros» durante su incursión en la política. Garzón, número dos en la lista de Madrid en las elecciones de 1993 -tras Felipe González-, fue nombrado secretario de Estado del Plan Nacional contra las Drogas, pero chocó frontalmente con el ministro del Interior, José Luis Corcuera, y su segundo, Rafael Vera, quienes se negaron a darle poder alguno sobre los Cuerpos de Seguridad del Estado.

Decepcionado con González, dimitió, volvió al juzgado, desempolvó el sumario de los GAL y llamó a los expolicías Amedo y Domínguez. «Ahora sí hay que hablar», les dijo. «Estaba obsesionado con “meter en la cárcel a todos estos hijos de puta”, decía, sobre todo “al gordo”, como llamaba a Corcuera», según recuerda Amedo.

La confirmación de sus lagunas como instructor las evidenció su baja tasa de condenas. En el caso de la operación Nova contra el terrorismo yihadista, de los treinta imputados que Garzón llevó a juicio 24 fueron absueltos por la Audiencia o por el Supremo. En la Nécora fueron más de veinte los acusados que terminaron libres.

Fue precisamente su forma de instruir lo que acabó con su carrera. Ordenó intervenir las conversaciones en la cárcel entre imputados de la trama Gürtel y sus abogados, pero la ley solo permite estos pinchazos en casos de terrorismo. El 9 de febrero de 2012, el Supremo lo condenó a once años de inhabilitación por prevaricar, haber ordenado esas grabaciones a sabiendas de que eran ilegales. Antes se había ido de caza a Jaén con el entonces ministro de Justicia, el socialista Mariano Fernández Bermejo, tras ordenar las detenciones de la trama corrupta. Del mismo delito de prevaricación fue absuelto en el caso de los crímenes del franquismo, un sumario que terminó archivado, evidenciado por las leyes de prescripción y amnistía.

Canta y baila

En lo personal, a Garzón, además de la caza, le gustan el fútbol (es del Barça e hizo sus pinitos de portero), los toros, la cocina, contar chistes, bailar sevillanas y cantar fandangos y zarzuela. Su biógrafa oficial, Pilar Urbano, asegura que Garzón es «el hombre que veía amanecer», porque —«trabajador incansable»—, solo duerme «tres horas y media» diarias. Ambicioso, valiente, autoritario y «muy vanidoso» son epítetos que definen al siempre polémico Garzón. Su último escándalo, ya como abogado, ha sido trabajar para la BPA, el banco andorrano intervenido por blanqueo, para desbloquear cuentas de, entre otros, un magnate venezolano, como desveló ABC.

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