Robert Louis Stevenson
Robert Louis Stevenson - ABC

Robert Louis Stevenson, más allá de la Isla del tesoro

«Vivir» reúne los ensayos personales y biográficos del autor, sus escritos más íntimos

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Decía Borges en sus últimos años que uno de sus libros favoritos era las Memorias de Stevenson, un libro al que volvía una y otra vez y siempre con placer. Pero lo curioso es que ese libro no existe: Stevenson nunca escribió unas memorias, pero lo autobiográfico llena completamente su obra, especialmente sus libros de viajes, y llena también, por cierto, estos tres extraordinarios volúmenes de ensayos publicados por la editorial Páginas de Espuma.

Hay algo realmente extraordinario en Stevenson y es el placer que proporciona su lectura. Esto podría parecer una obviedad, pero todos sabemos que entre los innumerables autores que llenan la historia de la literatura no todos conspiran siempre para hacernos felices. Hay autores de invierno, que tienen la cáscara dura y erizada como las castañas, y autores de verano, que se dejan morder fácilmente, como las cerezas.

Stevenson es claramente un autor de verano. El encanto de su escritura, el placer que proporciona leer cualquiera de sus textos, resulta casi un misterio. ¿Por qué nos interesa tanto? ¿Por qué deseamos seguir leyendo? ¿Por qué nada más adentrarnos en casi cualquiera de estos textos sentimos que es bueno y necesario para nosotros escuchar lo que nos dice, que lo que dice tiene sentido y contiene, además, un cierto grado de sabiduría?

La trama de la vida

«Vivir. Ensayos personales y biográficos» contiene textos muy variados, no todos ellos autobiográficos. Stevenson habla extensamente de la infancia, de qué significa ser un niño, del amor y de qué significa enamorarse, del matrimonio, de las relaciones personales... Lo que le interesa no son tanto los recuerdos como comprender y expresar la trama de la vida, ese nudo en el que se engarzan recuerdo, emoción y expectativa. En «El Dorado», por ejemplo, afirma que lo que nos hace verdaderamente felices no es tener cosas sino desearlas, de modo que los más felices han de ser aquellos que todavía no han llegado o no han conseguido. Esta es la forma en que piensa un hombre joven, o más bien un hombre maduro que no se ha olvidado de cómo siente un hombre joven. En «Conversaciones y conversadores» afirma que la contienda, la lucha, es la esencia de todas las relaciones humanas. «La sal de la vida es la batalla», afirma, «hasta las relaciones más amigables son una especie de torneo». Nada de lucha existencial aquí: el pensamiento de Stevenson siempre es esperanzado, siempre se abre y se cierra con una sonrisa, aunque a menudo sea una sonrisa de melancolía.

Otra delicia de este tomo es un ensayo sobre el carácter de los perros, en el que afirma que los perros son mentirosos y egoístas y que se pasan el día fingiendo

Otra delicia de este tomo es un ensayo sobre el carácter de los perros, en el que afirma que los perros son mentirosos y egoístas y que se pasan el día fingiendo, algo que ciertamente no habíamos oído ni leído nunca. Debe de ser que fingen muy bien.

Viajes

En «Viajar. Ensayos sobre viajes» no se habla ni una palabra sobre los mares del Sur ni tierras más exóticas que Davos o Nebraska, lo cual quizá sea una sorpresa para algunos lectores. El volumen se centra en viajes por Inglaterra y Escocia, por Francia y por los Alpes y luego por América, comenzando en Nueva York y luego atravesando el país hacia el oeste. Stevenson nos regala con innumerables descripciones de viajes, posadas, tormentas, compañeros de ruta, incidentes y paisajes, siempre placenteros en su pluma. Algunas de las páginas más memorables del volumen son las dedicadas al bosque de Fontainebleau, que provoca en nuestro autor unas maravillosas reflexiones sobre los bosques y también sobre la escuela de pintores de Barbizon, todos ellos dedicados a la pintura de la naturaleza. Un bosque, dice Stevenson, «es una especie de balneario moral: un bosque con un manantial es en sí mismo la gran Fuente de la Juventud». Curiosamente, uno de los mejores textos es uno dedicado a la ociosidad y también a un placer que a Stevenson le parecía que ya había quedado casi del todo desterrado en su época: el de sentarse y, simplemente, ponerse a pensar. Por suerte, no conoció nuestra época.

Escribir, dice Stevenson, consiste en crear una red, un patrón, una malla, pero «una malla es algo sensual y lógico a un tiempo, una textura elegante y plena»

Quizá «Escribir. Ensayos sobre literatura», sea el mejor de los tres volúmenes, el más admirable, el más profundo. Seguramente no todos los lectores se sentirán atraídos por igual por esos primeros ensayos (maravillosos, por otra parte) en los que Stevenson reflexiona sobre el arte de la prosa y lo compara con los metros y pies de la poesía, pero lo cierto es que estos textos deberían ser leídos por cualquier persona interesada en el arte de escribir y, desde luego, por cualquiera que quiera convertirse en escritor. Escribir, dice Stevenson, consiste en crear una red, un patrón, una malla, pero «una malla es algo sensual y lógico a un tiempo, una textura elegante y plena». Pero, ¿es Stevenson o es Nabokov el que está hablando? Esta es la receta máxima que da Stevenson para la literatura: «Pasión, sabiduría, fuerza creativa, el poder de crear misterio o color». El poder de crear misterio y también el misterio de crear color. Y por color se refiere a los del arco iris, por supuesto.

Una prosa perfecta

No cabe duda de que Stevenson fue uno de los más grandes artistas de la prosa. Su compromiso con el arte es perceptible en todas y cada una de las páginas y párrafos que escribió, y muchas de las páginas de este volumen están dedicadas a la obsesión de lograr una prosa tan clara como perfecta y musical. Pero hay otro elemento crucial en el, digamos, pensamiento literario de Stevenson: la convicción de que el escritor debe escribir para ganar dinero y debe ganar dinero con lo que escribe. Sólo las almas pequeñas (que abundan, como sabemos) son incapaces de comprender que el arte no puede desarrollarse si no obtiene reconocimiento y no tiene éxito. No existen grandes artistas indiferentes al éxito, nunca los ha habido y no tendría ningún sentido imaginar que pudiera haberlos. En el texto más bello de los tres volúmenes, «Ensayo sobre los sueños», compone un ensayo sobre la creatividad literaria que es al mismo tiempo una autobiografía y una suma de relatos maravillosos. Stevenson declara en estas páginas asombrosas que él no es realmente el autor de sus libros: que todo lo que escribió lo soñó antes, y que son esas «gentecillas» o «elfos» de sus sueños los verdaderos autores de sus ficciones. Pero incluso esos duendes mágicos que le ayudaban dándole ideas, imágenes, personajes y tramas completas, dice Stevenson, tenían siempre en cuenta el valor comercial de lo que creaban para él.

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