Hollande asiste a la apertura de la Cumbre de Seguridad Nuclear. :: AFP
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Hollande estudia cambiar al equipo de Gobierno por el batacazo electoral

El socialdemócrata Valls suena como nuevo primer ministro para afrontar el pacto con la patronal y un tijeretazo de 50.000 millones

PARÍS. Actualizado: Guardar
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François Hollande estudia un cambio de gobierno, que puede ir hasta el relevo del primer ministro, en respuesta al batacazo electoral encajado en el primer asalto de las municipales francesas. El presidente socialista pretende afrontar con un gabinete remodelado el pacto con la patronal para reducir los costes laborales y el tijeretazo de 50.000 millones de euros comprometidos con Bruselas y sus socios europeos, con la Alemania de Merkel a la cabeza, para rescatar al enfermo francés de la UVI del déficit presupuestario. En los mentideros de París suena el nombre de Manuel Valls para encarnar la nueva orientación hacia el pragmatismo socialdemócrata y el regreso de Ségolène Royal para barnizar de justicia social una política de austeridad repudiada por los sectores más a la izquierda y un electorado que se siente traicionado.

«Aquí el Titanic», respondió al teléfono a un periodista del diario Le Parisien el domingo por la noche un amigo del presidente francés con una broma reveladora del clima de pánico desatado en el palacio del Elíseo. Hollande acortó en un día su participación en la reunión del G7 en La Haya y regresó a París a última hora del lunes para tomar en persona el timón de la nave en plena tormenta.

El presidente dedicó toda la jornada de ayer a evacuar consultas con el círculo de colaboradores más estrechos y los gobernantes socialistas de mayor confianza en uno de los pocos huecos libres que le dejaba una agenda acaparada a partir de hoy por la visita de Estado que realizará durante dos días el mandatario chino Xi Jinping.

Hollande ya tenía decidido acometer un reajuste ministerial tras las municipales antes de que las urnas rindieran su calamitoso veredicto. El alcance de la crisis de gobierno depende ahora de si el cataclismo electoral se confirma el próximo domingo en la segunda vuelta de las municipales con la probable pérdida de numerosas alcaldías por la acción conjugada del voto de castigo y la abstención en masa de los simpatizantes de izquierdas. Siete de cada diez franceses, el 69% de los consultados por un sondeo, desean un cambio de primer ministro pero los observadores advierten de que es una escopeta de un solo tiro y hasta 2017 queda mucho mandato por delante.

En las filas socialistas no faltan los sepultureros voluntarios dispuestos a cavar la tumba de un Jean-Marc Ayrault con olor a muerto. «Al escuchar la asombrosa alocución del primer ministro el domingo por la noche comentando los resultados como quien comenta las cifras del paro, hablando de 'duda' o de 'inquietud' de la gente donde hay ira, e incapaz de tener un discurso movilizador, confieso que me inquieto», atacó Jean Glavany, antiguo jefe del gabinete presidencial de François Mitterrand. «Ayrault, c'est fini», confiesan en privado otros barones rosas, convencidos de tener en el punto de mira la cabeza de turco propicia para la guillotina.

El calendario político de abril deja poco margen de maniobra a la cristalización de la crisis. El pacto con los empresarios y los recortes de 50.000 millones deben ser presentados al Parlamento, a ser posible por el nuevo gabinete, durante la primera quincena y luego transmitidos a la Comisión Europea antes de final de mes.

Entre la espada y la pared

Tampoco es muy amplia la capacidad del timonel socialdemócrata para orquestar las medidas de fondo. «Si hace demasiado, es sancionado por los electores; si no hace bastante, es sancionado por Bruselas y los mercados financieros», resumía un peso pesado socialista en Le Figaro.

El diario conservador editorializaba ayer que Hollande no tiene elección. «A Bruselas, Alemania, las agencias de calificación y los acreedores de Francia les da igual que Niort haya pasado a la derecha y que el candidato socialista sea tercero en Marsella. Unos y otros desean que el jefe del Estado detalle urgentemente una política de rigor que hasta ahora no es más que una declaración de intenciones», escribe.