ESPAÑA

14 segundos de sonrisas

La infanta prefirió ahorrarse el paseíllo y apareció muy tranquila a su llegada a los juzgados de Palma de Mallorca

PALMA DE MALLORCA. Actualizado: Guardar
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Apenas 14 segundos. Apenas 13 pasos. Menos de diez metros. En cualquier caso, históricos. Como se esperaba, la infanta no hizo el sangrante paseíllo, pero se dejó ver unos instantes. Los estrictamente necesarios. Tranquila, muy tranquila. Y, sobre todo, muy sonriente. Cristina de Borbón resolvió con bastante gallardía el que quizás haya sido el momento más delicado de su vida, a pesar de haberse ahorrado los famosos 40 metros de la rampa de acceso al juzgado y exponerse a las críticas. Ha sido la única imputada del 'caso Nóos' que ha tenido el privilegio de llegar en coche hasta la misma puerta de los juzgados.

Fue una escenografía perfecta diseñada por la Zarzuela, que estaba obsesionada por que no se repitieran las imágenes de 2012 y 2013 de un inseguro Iñaki Urdangarin mirando al cielo de forma nerviosa mientras bajaba la cuesta camino a su interrogatorio. Y lo logró. Las fotos de este sábado están en las antípodas de las de entonces. Se trataba, ante todo, de marcar las diferencias entre la hija del Rey y su marido, también en la estética, y eso, al menos, se consiguió.

La infanta llegó a las 9.46 horas a la jaula policial que rodeó los juzgados de Palma, un cuarto de hora antes del inicio de la vista. Ni siquiera vio al puñado de manifestantes que esperaban para increparla a más de 300 metros de la rampa porque entró por otra de las calles que daban acceso a la burbuja de seguridad en la que estuvo sumergida la manzana de los tribunales de la Vía Alemanya.

Sentada en la parte izquierda posterior de un Ford C-Max de color gris y resguardada tras unos cristales tintados descendió la cuesta que hace exactamente un año bajó a pie por última vez su marido. El coche, envuelto en una marea de flashes, frenó poco antes de la puerta de entrada a los juzgados de guardia. Y no por casualidad. También eso estaba previsto. La infanta, aunque no hiciese el paseíllo, debía dejarse ver lo suficiente. La Casa Real era consciente que, aunque no quería una imagen en la rampa que le iba a marcar de por vida, era casi peor para la opinión pública que no hubiera una sola foto de la imputada o que solo hubiera instantáneas lejanas y de mala calidad entrando a hurtadillas en el juzgados.

Mirada directa

La puesta en escena fue muy similar a cualquier llegada de un miembro de la Familia Real a un acto oficial. Solo faltó el besamanos y su saludo con la mano a la multitud. Dos policías descendieron de los asientos delanteros del vehículo, mientras que la imputada bajaba del coche por la puerta más cercana al acceso al tribunal. La infanta, a diferencia de sus marido, no eludió la mirada a las cámaras. Es más la buscó con una amplia sonrisa.

Estaba muy tranquila. Hasta su vestimenta parecía desenfada. La infanta apareció casi informal, con una chaqueta negra, pantalón gris, bolso y botines negros. Como hacía antaño, antes de que el 'caso Nóos' le apartara hace 28 meses de los actos oficiales de la Familia Real, saludó a los periodistas, funcionarios del juzgado y policías, los únicos presentes, con un par de «buenos días». E incluso respondió un «bien, bien» cuando los informadores le preguntaron cómo se encontraba.

Al final de esos 14 segundos estaba su abogado, Jesús Silva, que la recibió con un apretón de manos y la guió para eludir pasar el arco de seguridad del edificio, donde ya le aguardaban la mayoría del más de medio centenar de personas que estuvieron presentes en el interrogatorio, entre ellos el juez José Castro, que había llegado en moto a las siete de la mañana, o el fiscal Pedro Horrach.

La hija del Rey abandonó los juzgados a las 18.11 horas. Se subió al coche en el que llegó con la única compañía de sus agentes de seguridad ya que el abogado Roca no le acompañó. Salió con la misma sonrisa que exhibió a la entrada y se despidió con un «hasta luego, gracias» dirigido a los informadores.