PAN Y CIRCO

EN CRECIMIENTO

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Raúl Agné está contento, satisfecho con la evolución de su equipo. El cadismo despedió a sus pupilos con aplausos, premiando su esfuerzo y confirmando que podrán apoyarse en su afición en estos meses tan duros que restan para el verano. Los futbolistas mudaban su rostro eterno de decepción por uno más alegre, más optimista.

Lástima que al volar esas sensaciones uno se tope con la crudelísima realidad. El Cádiz continúa en puestos de descenso (ahora promoción, de la que sólo se salva uno) y se acoge con displicencia un pírrico punto ante el San Fernando, entidad modestísima a la que se triplica cuanto menos su presupuesto. El nivel de exigencia ha bajado, el plantel ha obligado a bajarlo. Se observa la realidad desde un prisma bien diferente.

Lógico, incluso diría acertado. Mientras todos los equipos del grupo han alcanzado ya la madurez, el Cádiz se encuentra en un incipiente proceso de crecimiento, en plena pretemporada. Tras el desastroso inicio con Monteagudo y Blanco, se ha arrancado por completo la mala hierba y se ha plantado un nuevo vergel. No con las mejores semillas posibles para el jardinero, pero sí con mejor actitud y un trabajo bien diferente.

Pocos dudan de que los amarillos se salvarán. El nivel del grupo es ínfimo, dos rivales se encuentran casi descartados y haciendo las cosas rematadamente mal ya asoma el flequillo por el hueco de la alcantarilla. El grupo crece, mejora, y le dará de sobra para permanecer en la categoría.

Pero da la sensación de que no llegará a tiempo. Por el lastre y porque no reúne la calidad necesaria para aspirar a más. Ahí, entre las dos orillas, con poco que decir. Los pesimistas dirán que la única lucha puede ser la permanencia. Están muy cerca de la razón, pero lejos de lo que necesita el Cádiz y el cadismo.