Un militar vigila la plaza de Tiananmen mientras un grupo de turistas contempla un espectáculo. :: AFP
MUNDO

China sella la muerte política de Bo Xilai

Retira la inmunidad parlamentaria al exdirigente comunista para exigirle cuentas por sus delitos, incluido un homicidio

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Bo Xilai ha perdido una batalla más, y ya está a un solo paso de perder la guerra. Ayer, el Gobierno chino despojó al exsecretario del Partido Comunista (PCCh) en Chongqing del único escudo que le quedaba, el de la inmunidad parlamentaria. Parece que Pekín quiere cerrar pronto -quizá incluso antes de que comience el XVIII congreso del PCCh, el próximo 8 de noviembre, en el que se elegirá a la nueva cúpula del poder chino- el culebrón político más intenso que ha vivido el país desde la matanza de Tiananmen.

Así que Bo se enfrentará solo a una espectacular andanada de acusaciones que van desde el abuso de poder hasta la ocultación de pruebas en el homicidio que acabó con el empresario británico Neil Heywood, y que un tribunal ya ha certificado que ejecutó Gu Kailai, la mujer de Bo. La muerte política de este populista de 63 años, que supo ganarse a sus súbditos con una fachada de incorruptibilidad, quedó sentenciada ayer con la retirada del cargo de diputado, el único que le quedaba. La vida física del exsecretario del Partido en Chongqing quedará en manos de un tribunal.

De poco ha servido que algunos partidarios de la línea ultraizquierdista que abanderaba Bo pidieran el lunes por el escrito al Parlamento que no lo abandonase a su suerte. En el texto, publicado en internet por China Roja, los críticos con el caso exigían que se investiguen más a fondo los hechos, ya que consideran que existen muchos cabos sueltos y sospechan que Bo no va a disfrutar de un juicio justo.

Lo mismo piensa la familia del exmandamás de Chongqing. Según allegados de Bo, mencionados el jueves por el rotativo The Washington Post, la familia habría recibido advertencias para que desista en la contratación de abogados, mientras que dos letrados que tratan de representarle no habrían conseguido siquiera ver a Bo. De hecho, no se han publicado fotografías o declaraciones del político desde que fue destituido como secretario del Partido en la megalópolis del centro-oeste de China, el pasado mes de marzo, y nadie conoce cuál es su paradero. Un amigo de su mujer, sin embargo, dijo al periódico estadounidense que podría estar encerrado en el penal de Qincheng, conocido por albergar a varios presos políticos prominentes.

El caso de Bo es una bomba de relojería que puede estallar si en una maraña de cables no se cortan con cuidado los que la hacen detonar. China está gobernada por un solo partido, pero eso no quiere decir que no haya diferentes facciones e ideologías. De hecho, las luchas internas han salpicado de rumores las redes sociales chinas en estos preámbulos del congreso del PCCh, uno de los más interesantes de la historia del Partido. Pekín no quiere correr riesgos, y la información se dosifica con cuentagotas, a través de pequeñas notas de la agencia oficial Xinhua, que solo ha profundizado en la información que publicó el pasado día 28 para dar cuenta de las acusaciones que pesan sobre Bo.

El exsecretario es la última pieza de este puzle de intriga que servirá para probar hasta qué punto la justicia china es dependiente del poder político. Las otras dos piezas más importantes ya están entre rejas. Gu Kailai fue sentenciada a pena de muerte suspendida -que podría conmutarse por una cadena perpetua- por el homicidio de Heywood, y Wang Lijun, antigua mano derecha de Bo y quien finalmente lo delató, fue condenado a 15 años de cárcel por delitos en los que también estaría implicado su ex jefe. Queda por dilucidar cuáles han sido los desmanes económicos que proporcionaron una fortuna a la familia Bo, y si el castigo será ejemplarizante. En ese caso el político quizá no mantenga la cabeza sobre sus hombros.