Pombo dice no parecerse al protagonista de su última novela. :: JUAN MARTIN
Sociedad

«A veces los escritores nos pasamos de maestros ciruela»

El cántaro presenta hoy en la Feria del Libro de Cádiz su obra ganadora del Premio Nadal 2012, 'El temblor del héroe'Álvaro Pombo García de los Ríos Escritor

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Román tuvo gran éxito como profesor. Pero hoy tiene la cansina sensación de haberlo contado todo. Poco o nada tiene que ver Román con su creador Álvaro Pombo García de los Ríos (Santander, 1939). Poeta, novelista, político; un grande de las letras que, a sus 73 primaveras, sí tiene mucho que aportar a la sociedad. Una de esas últimas contribuciones es 'El temblor del héroe'. Una obra que le ha valido el Premio Nadal 2012 y en la que, desde la «poética del bien» aborda la propia complejidad de la existencia del ser humano. El propio Pombo será el encargado de presentarlo en Cádiz hoy mismo, en el transcurso de la Feria del Libro.

-En 'El temblor del héroe' se habla del desánimo que parece encajar a la perfección con este contexto social en el que vivimos, ¿no es así?

-Efectivamente, aunque es ficción y no ensayo sociológico. Se presenta en la figura de un periodista joven, que es una persona perdida que sale adelante como puede. Lo que pasa es que ese cansancio o depresión los combina con picos de exaltación. El comienzo de la novela es la exaltación de haber encontrado un nuevo amigo, Román, un viejo intelectual, un 'inadaptado' como él lo llama, aunque le parece una persona sabia. Después comete un error, le presentan a un amigo suyo de su etapa de estudiante que fue también su corruptor, Bernardo. Él es un personaje muy locuaz, un 'patinador de calle' por Madrid, como los suelo llamar. La novela tiene una serie de reflexiones filosóficas a cerca de la vida. Concretamente a cerca de una cualidad presente, la sensación de superficialidad y de que cada uno se encierra en sus cosas y se olvida de la comunidad y de los otros.

-¿Comparte con Román ese cansancio de ver el mundo actual?

-Román fue un hombre que tuvo mucho éxito como profesor. En la jubilación le ha entrado una especie de cansancio, parece que ya lo ha contado todo. Ha perdido el furor heroico, el ánimo que necesita para mantenerse en forma, tanto física como mentalmente. A mí no me ha pasado eso, no me parezco a Román. Soy viejo, más incluso, pero no he perdido el ánimo. Otra cosa es el malhumor (risas), me duelen las rodillas y a veces estoy irritable, pero no he perdido el ánimo.

-¿Es posible mantener esa poética del bien como usted la suele definir, con la que está cayendo?

-Bueno yo no hablo del buenismo zapateril, por llamarlo de alguna forma. Yo hablo del bien de la convivencia, del trabajo o del amor como bienes arduos porque son difíciles de lograr. Hay que mantener la intención de hacerlos. Cuando hablo del bien me refiero casi al mal, porque es muy difícil de conseguir. El estudio, el trabajo, una relación amorosa, son bienes arduos. 'Per áspera, ad astra', decían los viejos latinos: por las cosas ásperas llegaremos hasta la altura de los astros.

-En su novela apuesta por la reflexión, ¿cree que la sociedad actual ha perdido esta capacidad de reflexión?

-Pues no lo sé. Pienso mucho en la gente joven. Hoy en día la gente tiene, desde el punto de vista de la reflexión, algunos instrumentos que le son engañosos: las redes sociales. Provocan la idea de que todos nos relacionamos con todos en cuestión de minutos. Pero no es verdad que tengamos 1.000 o 100 amigos en un nivel de conversación de gran intensidad y afecto. Hay una impresión de que nos comunicamos en superficie con gente de la China, que estamos en conversación con el universo. No es así. Es una época en la que se está produciendo un cambio de paradigma que ninguno sabemos muy bien donde va a llevarnos. Tenemos que estar preparados para reflexionar sobre las cosas, cada cual a su nivel.

-¿Las letras han perdido su compromiso social?

-Yo creo que no. Ha cambiado el paradigma del intelectual que era el vocero de toda una elite, como fue Sartre u Ortega y Gasset. Esa función pública del intelectual ha cambiado, ya se hace de otras formas. En estos tiempos veo que la gente me escucha con atención y yo los escucho con atención a ellos. Lo que ha cambiado es que el intelectual ya no llega de fuera a explicarte Cádiz a ti, como pasaba antes. Si yo voy a Cádiz y te cuento lo que es, pues seguramente dirás que sé algunas cosas pero no todas. En ese sentido los escritores a veces nos pasamos de maestros ciruela. Una de las funciones esenciales del intelectual es hablar con la gente. En el diálogo hay grandes valores que se sacan a la luz. No es que crea que estemos peor, es que pienso que estamos cambiando la manera de hacerlo.

-¿Qué cree que la falta o le sobra a la política española?

-Necesitaríamos un partido de centro derecha como UPyD con más apoyo popular. Es un partido que a mí me convence porque es un partido crítico. Estamos cerca del espíritu del 15M, pero dentro de las instituciones. El problema de los indignados es que la rebelión era asamblearia y de ahí no sale nada, ni una cosa ni la otra. Sale todo y a la vez nada, es como una especie de gran volcado.