Editorial

Adiós a un genio

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En esta época de intenso desarrollo tecnológico y de creciente especialización, Steve Jobs era un generalista, un estratega genial, capaz de conciliar las posibilidades de la ciencia con la evolución de la demanda, hasta influir decisivamente en el avance de las tecnologías de la información y la comunicación y orientar el consumo hacia nuevos productos, en los que combinó como nadie la eficiencia con la estética. El universo Apple, vinculado al desarrollo de Internet y expresión sofisticada de la globalización, es hoy considerado por sus adictos como el símbolo de una determinada forma de vida. Frente a Microsoft, el gigante informático que ha avanzado con prepotencia en los mercados haciendo alarde de su hegemonía, Jobs ha hecho de Mac no solo un alarde técnico sino un portento innovador: su empresa ha marcado la pauta en los derroteros de la microinformática, en la fusión de la Red con la telefonía, en la venta y difusión de la música y el vídeo, en el avance de la industria cultural. Por eso, el gran reto de Apple consistirá en sobrevivir sin el genio que ha sido capaz de tomar las grandes decisiones, adelantándose varios cuerpos a los analistas y a los competidores.