MILENIO

Ocasión perdida

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No tenemos noticias de líderes políticos conocidos que hayan visitado los distintos lugares de concentración del movimiento de los indignados. Tampoco ha hecho falta. Moran por otras realidades y se confrontan por banalidades distintas. Y tampoco cuadra, como hicieron algunas de las reliquias del llamado mayo francés, las lechugas con el jamón frito. Los políticos de hoy procuraron con esmero y exquisita prudencia no dejarse ver en la pasada campaña electoral, por los lugares de concentración de los nuevos airados, casi media centuria después del recordado mayo francés. Ahora, intuitivos o no, prudentes o imprudentes, sus instintos de hombres públicos le aconsejaron que nada de dejarse ver a lo largo de las pasada campaña electoral.

En realidad, las épocas son muy distintas y muchos sucesos y cambios históricos se han producido a lo largo y ancho de esta casi mitad de centuria transcurrida desde el mayo francés de 1968 hasta nuestros días. Especialmente en España. Aquí, por aquel entonces, Andalucía no era, ni fue nunca hasta el momento presente en curso, punta de lanza de exigencias de cambio de rumbo social y político, aunque habría que exceptuar las actividades clandestinas del movimiento obrero con sus puntas de lanza de CCOO, UGT y las organizaciones libertarias.

Confrontado, pues, aquel pasado con el presente en curso, se puede llegar a la conclusión de estar ante una gran ocasión perdida de confrontación directa entre el movimiento de los indignados y la actual gerontocracia política. Se ha acomodado tanto la gestión y presencia social de los mandatarios públicos en los diferentes tajos y frentes de peticiones sociales que tal gerontocracia política ha dejado pasar una excelente oportunidad de establecer un diálogo directo entre indignados y gestores públicos. Y, además, ante la atención de la opinión pública mundial.

Un hallazgo de los indignados fue encontrar en cada gran ciudad el lugar idóneo para unas concentraciones que llamaran la atención de la sociedad internacional. El caso de Sevilla fue paradigmático: las setas de la plaza de la Encarnación, vanguardia arquitectónica discutible pero espectacular, que acabará siendo, probablemente, dentro de una centuria, algo así como la muy discutible torre Eiffel parisina de finales del siglo XIX.