MAR ADENTRO

El pueblo idiota

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Lo peor no es que a Juan Carlos Juárez, exalcalde de La Línea de la Concepción, le hayan echado otros siete años más de inhabilitación por uno de sus pufos. Lo peor es que habrá mucha gente que le eche de menos. Como a Jesús Gil, su padre espiritual, le sigue añorando una Marbella que cree que los pelotazos benefician a todos y no sólo a quienes los protagonizan. Juárez llegó al Campo de Gibraltar cuando el gilismo campaba por sus respetos en la costa. Y el tipo se ganó unos cuantos electores repartiendo turrones y alpargatas con la misma generosidad que Sandokán distribuye lonchas de jamón entre sus seguidores. Luego, los suyos iban casa por casa preguntando cuántos parados había censados en cada domicilio y prometiéndole un puesto de trabajo.

Así que se llevó de calle los comicios, aunque todos los indicios apuntan a que se llevó mucho más. Presumía de haber puesto La Línea como los chorros del oro y de haber echado a los yonquis descalzos camino de Algeciras. Ahora sabemos a qué precio: uno de los mayores déficits por habitantes de toda Andalucía, con 166,55 euros por persona y año. Pero era tan bonito todo y tan señorial, aunque el paseo marítimo lo hiciera la autoridad portuaria él se colgaba las medallas y aunque muchas de las grandes pirámides se levantaran a costa del patrimonio público que se fue agotando, poco a poco, como los ahorros de un encofrador.

Ahora viene la justicia a poner orden, pero ya nada es lo que era: muerto el gilismo, no se acabó la rabia. A Juárez y a los suyos los recogió el PP pero no se alarmen, también mantuvieron contactos con algún que otro cargo público del PSOE por si acaso caía la breva. Ahora, no sabemos donde se han metido los líderes conservadores que nunca lo cuestionaron. Lo peor no es eso, sino que como en el caso de Jesús Gil, o en otras latitudes mangones de distinto nombre y de distintas siglas, no solo tendrían que estar en el banquillo de los acusados los inculpados, sino todos aquellos que confiaron en ellos. Que nadie se engañe, porque en cualquier parte sabemos que nadie regala duros a cuatro pesetas y a este pobre hombre tan rico se le veía venir nada más parar a la procesión de la Inmaculada para ofrendarle un ramo de flores. Seguimos siendo tan bíblicos como la hipocresía y ahora nos rajamos las vestiduras porque Juárez ya tiene varias sentencias en contra, como nos escandalizamos por las escuchas telefónicas de la Operación Karlos cuando muchos lo que quisieran es conseguir una paguita como fuese.

Es imposible regenerar la política, como reclaman los jóvenes acampados en media provincia y en media España, sin regenerar la sociedad. Y, en democracia, el pueblo no sólo es soberano sino que es sabio. Sólo que a veces se toma un descansito y se vuelve idiota. Pero en cualquier caso y a pesar de los pesares, hágase su voluntad.