opinión

Con la lluvia. con el viento

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No siempre el tiempo desobedece a los barómetros. Se anunciaba la lluvia, más o menos minuciosa, y la ventolera. Su comparecencia ha sido benéfica y nos ha librado de la tabarra que traían los políticos, empeñados en culpar de las corrupciones a la atmósfera.

El cambio de aires me ha pillado en Madrid, donde aún no se ha alcanzado el 'nivel de aviso'. La verdad es que en mi apartada orilla de Rincón de la Victoria se respira mejor, pero en mi corta estancia madrileña tampoco he experimentado ningún síntoma de asfixia. Siempre se exagera. La llamada 'boina' de contaminación desmentía al acreditado azul velazqueño, como si el gran don Diego se hubiera puesto una capa color estaño para que no se le viera la cruz de Santiago que tanto le complacía mostrar. La ciudad, que es la segunda en mis amores urbanos, tenía previsto restringir el tráfico y decirle a sus habitantes que estaban obligados a dos cosas: a adquirir un vehículo y a no usarlo. Ana Botella afirmó que el debate sobre la polución estaba contaminado electoralmente y Alberto Ruiz Gallardón, que es mi amigo hereditario, consoló a los residentes diciendo que los niveles de contaminación exigidos por la Unión Europea se cumplirán antes de cinco años. Cuando las narices de muchos hayan desertado. Es curioso que la nariz sea lo primero que se fuga de las estatuas, pero lo más asfixiante sigue siendo el paro.

La ministra de Medio Ambiente se reunió con el presidente de la FEMP, que es como le llaman los íntimos a la Federación de Municipios y Provincias. Dedicaron un buen rato a hablar del tiempo, pero todo quedó en agua de borrajas hasta que cayó el agua de verdad. Se consideraron los puntos negros y las malévolas cualidades del ozono troposférico, que es un gas que tiene muy mala leche, y de otras partículas transpirables que se infiltran en el oxígeno. Por fortuna, de momento, cada uno puede seguir a su aire.