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Rebuznando

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Tenía que pasar. De tanto vivir de cara a los medios, o sea, la galería, no se distingue ya el cómico del patán, el administrador de nuestros impuestos del pobre diablo con ínfulas de ser famoso que aparece a pegar gritos cada sobremesa en la tele. Tenemos una clase política que, aparte de ser endogámica, clasista, un universo de bolsillo cerrado en sí mismo que cree que se rige por otros baremos que el resto de los mortales, demuestra día sí día también que es enormemente inculta y, lo peor de todo, soez.

Creen que vale todo. De tanto ver el mundo desde el filtro de su prensa, su televisión, su partido y sus tertulias, han confundido la tasca con el micrófono, el chiste o el comentario que se hace con dos copas encima con la declaración oficial. Ni son esclavos de sus palabras ni son dueños de sus silencios. Todo vale y todo queda impune. Se lanza la piedra y ni siquiera hace falta, para qué, esconder la mano. Saben que desde dentro del partido en el que militan todos harán piña, porque esto de la política se ha convertido en un deporte más, los colores del equipo propio contra los colores del equipo contrario, la incapacidad absoluta de aceptar que el contrario pueda hacer una buena jugada o que el delantero izquierdo (o derecho, vale) sea cuanto menos tan merecedor de la bota de oro como el que tienen jugando en su propio estadio.

No hablemos ya de cohechos, desfalcos, negocietes en la sombra o la necesaria transparencia que debiera tener cualquier acción política y que convenientemente se ignora cuando pasa en las filas propias y se coloca junto al ventilador cuando se barrunta que pasa en las filas ajenas. El juego de la política se ha convertido en una sucesión de titulares y de fotos a cual más estrambótico y cazallesco (de cazalla, no es una errata, oigan). Aquí puedes insultar al contrario por ser mujer, como esta misma semana, y estar seguro de que nadie te va a tirar de las orejas por borrico, por antiguo, por indigno.

Y luego piden perdón con la boca chica y a esperar al próximo titular. Hay que darse prisa en rebuznar antes de que lo haga el otro. Luego querrán que les votemos, besarán a nuestros niños en los parques y prometerán el oro y el moro. Qué pensarán en realidad de todos nosotros.