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Mali, Francia... y Hollande

La decisión del presidente galo de intervenir en el país africano dispone de un amplio respaldo

MADRID Actualizado: Guardar
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La decisión del presidente francés, François Hollande, de intervenir sin más dilación en Malí para impedir una nueva derrota del ejército nacional ante los islamo-terroristas, dispone de un respaldo muy amplio en Francia y es útil anotar que solo el Partido de Izquierda (J-L Mélenchon) y el Frente Nacional (Marine Le Pen) han emitido críticas y ni siquiera, sobre todo el segundo, muy severas.

La derecha, ahora en la oposición, se une sin vacilación alguna a la intervención y sabe que bajo su jefe, Nicolas Sarkozy, la decisión habría sido exactamente la misma. Eso no es una ironía ni una sorpresa: todo gobierno de mayoría en Francia sigue una política africana con décadas de actividad en la que es materialmente imposible dejar caer a un país del viejo imperio colonial francés.

Francia ha estado metida hasta el tuétano en los graves conflictos que han desgarrado a sus antiguas colonias: Congo-Brazzaville, Gabón, Senegal, Níger, República Centroafricana o Chad. En algunos casos del lado malo, si se entiende como tal apoyar a regímenes antidemocráticos, pero siempre en defensa del interés nacional francés pragmáticamente entendido: preservar el acceso a materias primas de alto interés y mantener bases militares.

En busca de la legalidad

Lo de ahora es, sin embargo, por completo distinto en dos órdenes: a) es la primera intervención francesa en África contra el auge militar del yihadismo militar-terrorista; b) ha sido precedida de una suficiente coordinación internacional y dispone del apoyo de la resolución 2085 aprobada el 20 de diciembre por el Consejo de Seguridad de la ONU.

En su literalidad el largo texto no autoriza una intervención francesa sin más y, de hecho, el párrafo central del texto solo prevé “apoyar a las autoridades malienses a recuperar las zonas del norte del país controladas por grupos terroristas y extremistas” (….) y para eso se crea la AFISMA, “Misión Africana-internacional de Apoyo a Malí”. De hecho la traducción oficial de la sigla describe la Misión como encabezada por fuerzas africanas…

París, que se dio razonablemente por satisfecha con el texto de diciembre, aprobado por unanimidad, consideró prudente pedir – y obtener – ayer a toda velocidad una luz verde del Consejo de Seguridad para hacer algo ya porque la rebelión había tomado Konna y amenazaba Mopti, una ciudad con aeródromo y gran importancia estratégica. Un puente aéreo cuyos detalles no han trascendido llevó efectivos franceses (la Legión Extranjera y paracaidistas con seguridad) a la zona y el avance rebelde fue detenido mientras en Nueva York la diplomacia hacía su trabajo.

Una misión internacional de hecho

París no puede ser acusada hoy, como lo era razonablemente en el pasado, de atender a sus meros intereses comerciales y practicar un neo-colonialismo casi explícito. Malí es un desierto en el que no hay ni siquiera el uranio de su vecino Níger y, sobre todo, el adversario no es una guerrilla política local que expresa – como ocurrió durante años en Chad – una guerra civil no oficial, sino una coalición terrorista-yihadista-internacionalista que suscita preocupación universal. Eso explica que Rusia y China, tan hostiles a la acción internacional en Siria, suscribieran la resolución 2085 sin problema.

De hecho, pues, lo que ha ordenado Hollande es una especie de misión de todos, internacional y avalada por la ONU. Tiene para el presidente un peligro: la posibilidad de que varios rehenes franceses en manos de terroristas en la región paguen con su vida su decisión de intervenir. Y un riesgo diplomático adicional: el nulo apoyo de Argelia, la gran potencia regional, que ha hecho saber su escaso entusiasmo por recurrir a medios militares y ha creído siempre posible negociar con los rebeldes y manipularlos, sobre todo desde la incompatibilidad tuaregs-islamistas.

Hay que subrayar, en fin, que en Washington han hecho saber que comprenden y sostienen la decisión francesa y “mantienen el estrecho contacto con París”, pero sin entusiasmo formal, con un perfil bajo que ya dejó entrever en su día Hillary Clinton, quien prefiere una regionalización de la crisis. Algo parecido en Londres, donde se muestra comprensión y se brinda apoyo “político” para hacer saber a renglón seguido que “no hay petición alguna de asistencia militar”.

Hablando de tal asistencia puede el lector estar seguro de que Washington la está dando con sus medios electrónicos (aviones-espía incluidos) dependientes del Africom, el último de los grandes Mandos regionales USA repartidos por el mundo y que tras buscar, sin encontrar, un país africano donde instalarse para vigilar el Sahel, se instaló en 2007 en Stuttgart (Alemania). Su jefe es el general Carter Ham quien debe estar absolutamente al corriente de todo…