PERFIL

Un genio con mucha prisa

Marc Márquez llegará el próximo año a MotoGP batiendo todos los récords de precocidad

PHILLIP ISLAND Actualizado: Guardar
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La culpa es de Julià, ese hombre que sale siempre por televisión cruzando los dedos y haciendo muecas de puro sufrimiento mientras ve las carreras de su hijo desde el box. A papá Márquez le encantan las motos, y desde muy pequeño introdujo a su primogénito en el mundo de las dos ruedas. “Una moto de las de verdad, de dar saltos”, pidió Marc a los reyes magos cuando tenía tan sólo cuatro años. Algo tenía dentro el chaval, que sin levantar un palmo del suelo ya estaba harto de su moto eléctrica de juguete, con ruedecitas de apoyo, y quería una como las que veía volar en el circuito de motocross de Bellpuig, donde su padre era comisario de pista y le llevaba a ver carreras.

Los reyes se portaron, y llegó la moto de cross (de hacer saltos, según en el pequeño Marc), y pronto también las primeras carreras, siempre sobre tierra, y siempre acompañado por Julià. Y las primeras victorias, y la tentación que puso ante sus ojos Àngel Viladoms, entonces presidente de la Federación Catalana de Motociclismo, que fue el primero en ver que en aquél niño pequeño y moreno había madera de campeón y propuso a los Márquez iniciarse en velocidad, en pistas de asfalto. Era el año 2000, y Marc empezó a hacer diabluras en la Copa Conti, que se disputaba en pistas de karts, sin abandonar el motocross. Luego vinieron el Open Racc, y el campeonato catalán.

Y el niño siempre iba muy rápido, mucho más que su crecimiento: subía de categoría para medirse con motos a las que no podía subirse por su propio pie contra rivales mayores que él (gracias también a la picardía de su padre y a la generosa vista gorda que alguna vez hizo el presidente Viladoms), y que había que adaptar modificando manillares y sillines para que Marc pudiera llegar al gas, el freno, el embrague y los pedales. En parado, parecía una quimera que ese chico lograra conducir una moto de carreras. Luego salía a la pista e impresionaba a todos, aunque no pocas veces la aventura terminaba con un tremendo batacazo. Pero Marc tenía una valentía a prueba de bomba, y una gran determinación por hacer de las motos su vida, y nunca se amedrantó.

Plomo y vitaminas

Llegó la adolescencia, y Marc seguía teniendo cuerpo de niño: compitió en el campeonato de España contra chicos mucho más corpulentos que él, y con la moto y el mono lastrados con peso añadido, porque él era tan liviano que no llegaba al mínimo fijado por el reglamento. Pero, siempre apoyado por Julià y por el ex campeón Emilio Alzamora, que ha tutelado su carrera desde los 12 años, se esforzaba por sobreponerse a las dificultades. Y mamá Roser le preparaba multitud de batidos y zumos para complementar su alimentación, y ayudar a crecer a un cuerpo perezoso en el desarrollo.

Cuando disputó su primer Campeonato de España en 2006, Márquez no llegaba al metro y medio… no ganó el CEV, pero siguió evolucionando y en 2008 Alzamora decidió que había llegado la hora de dar el salto al mundial para seguir superándose. Y tras dos años aprendiendo, muchas veces con tremendas caídas, con KTM; el pequeño Marc fue creciendo dentro y fuera de la pista hasta ganar el título de 125cc en 2010 con gran autoridad, al manillar de una Derbi, y coronándose como campeón más joven de la historia, con nada menos que diez triunfos. Y en Moto2 ha seguido acumulando victorias (siete en 2011, nueve ésta temporada (y récords, hasta acumular el mejor palmarés de la Historia con 19 años, y varias gestas para la leyenda, con increíbles remontadas adelantando a toda la parrilla, y duelos espeluznantes en la última vuelta.

Marc es un piloto duro, temido por sus rivales no sólo por su velocidad, sino también por su agresividad, y siempre da la impresión de jugar al filo del desastre. Su carisma dentro de la pista, y su simpatía y naturalidad fuera de ella hacen que muchos le señalen como relevo Valentino Rossi. Y eso que aún no ha llegado de MotoGP…