ANÁLISIS

Al-Qaeda y USA, socios por un día

MADRID Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Los diarios del grupo norteamericano de prensa McClatchy publican hoy una información que atribuyen a fuentes oficiales según la cual los dos sangrientos atentados de ayer en Damasco fueron obra de al-Qaeda.

La información precisa algo de gran relieve: serían terroristas de la rama iraquí (la franquicia local de al-Qaeda se llama, retóricamente, "Estado Islámico de Iraq") y lo dicho parece fácilmente relacionable con otra noticia, esta vez bien precisada: el viceministro iraquí del Interior dijo en Bagdad que muchos elementos yihadistas están pasando a la Siria vecina (…) y que se registra un importante tráfico ilegal de armas en la frontera.

La primera noticia sugería que el sucesor formal de Bin Laden, el egipcio Ayman al-Zawahiri, había ordenado los ataques como un medio de devolver a la organización terrorista al escenario y de romper las cadenas que la atenazaron tras la muerte de su fundador en mayo pasado. Algo así como una nueva fase de tono internacionalista, el envío de un cuerpo expedicionario a interferir en un país árabe

Una extraña pareja

Si todo esto se confirma y es el principio de un proceso podría producirse una especie de iraquización del conflicto sirio, pero al revés: el yihadismo terrorista (e intensamente sunní: el lector no debe nunca olvidar el desprecio que siente al-Qaeda por los shiíes) que hizo frente a los americanos en Iraq y les causó muchas bajas es ahora un socio técnico, si vale decirlo así, un compañero de ruta de Washington contra un enemigo común: el régimen de los Assad del que se dirá lo que quiera, pero que no toleró jamás a al-Qaeda en su suelo.

El auge de la violencia en los últimos días, con la oposición armándose rápidamente y creando serios problemas al poder (además de los ataques de ayer en Aleppo, una ciudad que parecía inmune a la revuelta, un general fue muerto a tiros) es el escenario confuso que conviene a al-Qaeda, de cuya ayuda, si es explícita, debe librarse rápidamente la oposición y, en concreto, su paraguas multipartidista y pluriconfesional, el llamado "Consejo Nacional Sirio", que apenas puede mantener la unidad de sus miembros y que se dice hostil a los medios terroristas y a la intervención de fuerzas extranjeras.

Curiosamente, la mejor baza de la oposición es su factor islamista, los "Hermanos Musulmanes", sunníes pero aparentemente bien insertados en los procedimientos políticos y que, aunque son la fuerza clave en el Consejo -con un deliberado tono menor para no inquietar- tampoco tienen la importancia del islam político en Egipto o en Túnez.

El crucigrama regional

Lo dicho para los norteamericanos vale par varios decisivos poderes árabes y, en particular, para Arabia Saudí, cuyo rey, Abdalá, hizo ayer una inusual y muy llamativa mención personal y directa a la situación en Siria y está apoyando a fondo al sector (mayoritario, pero no completo) que en la Liga Árabe pide ya abiertamente la salida del presidente Bashar al-Assad y se dispone en su reunión de este fin de semana en El Cairo, a adoptar medidas suplementarias.

Otros vecinos están potencialmente en peligro de verse tocados por la imparable extensión del conflicto sirio, empezando por Líbano, donde ya hubo el viernes fuertes enfrentamientos entre pro-sirios y anti-sirios en la ciudad de Trípoli con algún muerto y muchos heridos. El Irán, que no es un país árabe pero sí un estrecho aliado de Damasco, estaría reconsiderando su actitud de total apoyo hace unos meses y pasando directamente a la versión rusa: diálogo, solución interna y nacional, protección diplomática… pero fin de la violencia institucional, si es que eso se puede pedir a estas alturas.

El problema iraní no es únicamente el destino de su aliado sirio, sino el de la tercera pata: el Hezbollah libanés, un partido-milicia shií que fue el más votado en las últimas legislativas, domina políticamente al gobierno de coalición y es una disciplinada y eficaz fuerza militar, como saben muy bien sus adversarios, empezando por Israel, que no pudo derrotarlo en el verano de 2006. ¿Qué sucedería si armas pesadas sirias, sobre todo misiles rusos y equipo químico fuera entregado al Hezbollah? ¿Y es imaginable siquiera que la estabilidad del Líbano podrá ser mantenida si hay un cambio violento en Damasco?

Definitivamente, el crucigrama regional en la zona más inestable del mundo de la posguerra se está rehaciendo de nuevo. Como era de prever, lo de Siria, que no es primavera, sino intifada, empieza a ser un conflicto regional de desenlace imprevisible.