El dominio de Soler sobre la luz en 'sus frutas' provoca un gran impacto entre los espectadores. :: A.J.
pintura

Cosecha fresca para viejos sueños

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Dicen que desde que hace unos años Kim Soler llegó a Arcos, sus propios vecinos le llevan a su estudio sus frutas «del tiempo», ansiosos por que las inmortalice. La leyenda reza que los indios no se dejaban fotografiar para no perder el alma, y sin embargo los arcenses ansían que el catalán inmortalice, como sólo el sabe, una belleza que resulta tan efímera.

Porque Soler fija su atención en los objetos más sencillos, en una combinación de lo fresco y lo viejo que se traduce en unos impactantes bodegones, donde comparten sitio los frutos de la tierra con piezas más que añejas de barro o cobre.

Sus grandes lienzos despiertan hasta en los más profanos un gran impacto por el sabio juego de sombras y color, con un rojo omnipresente. Tal es su fijación que bautizó como 'Cádiz Rojo Pasión' una exposición itinerante promovida por la Diputación, y que tiene a 'su' Arcos como 'estación término'.

Con la llegada de los 70, Soler abandonó su Barcelona natal, y emprendió una andadura que le ha llevado por gran parte de Europa. Pasó por Alemania, Holanda o Suiza. En París permaneció un año. De cada destino se trajo un bagaje que ha enriquecido su saber autodidacta.

Un libro titulado 'Vivencias' marcaba en 2005 un punto de inflexión en su trayectoria vital. Se despedía del lugar donde había habitado, y se arraigaba a partir de entonces a Arcos de la Frontera.

Tan suya ha hecho a esta villa, que varios de los lienzos llevan por título el de 'Mis membrillos', 'Mis naranjas' o 'Mis tomates', frutos de un huerto que ahora le aporta una serenidad más que ganada para un artista 'cosecha del 51'.

Las manzanas ocupan un lugar especial en el imaginario de Kim Soler. Lo mismo se pueden contemplar liberándose de su envoltorio de plástico (en la apetitosa obra que sirve de cartel anunciador), que se transmutan nada menos que en 'Las tres Gracias' de Rubens, en un puro guiño al clasicismo.

Este eterno viajero encontró en esta tierra cobijo, entre otras intenciones, para su fijación por los motivos taurinos. En su obra relacionada con este arte queda también plasmado su sello, ya sea para detener su mirada en los 'trastos' de que se acompaña un diestro, ya para trazar alegorías que entroncan con el romanticismo más esteticista, que a veces le aleja del naturalismo del resto de sus obras.

Su singladura torera se ha cargado de unos «Recuerdos» y una «Alegría» de la que se contagia una de sus composiciones vinculada a la fiesta nacional. Ya tiene 'orejas y rabos' por esas buenas faenas. El año pasado exponía en la vigésimo sextas edición de jornadas de tauromaquia Ciudad de Algeciras.

Pero no sólo del hiperrealismo 'vive' Kim Soler. Otra de sus fuentes de inspiración, resguardada en un rinconcito de la Iglesia de San José, son algunos motivos eternos en la poesía y la estética en general, envueltos bajo el telón difuso, casi imperceptible, de los sueños.

Algunas de esas obras, bautizadas con nombres tan reveladores como 'Sueño', 'Primavera', 'Recuerdo' o 'Noche', se dejan acompañar de pequeños poemas de la autora Vanessa Iglesias Oca.

La belleza, siempre la belleza. Aunque se esconda detrás de una aparentemente prosaica manzana.