José Ángel Obeso, director de HM Cinac
José Ángel Obeso, director de HM Cinac - maya balanya

«El cerebro humano está pagando el precio de nuestro éxito como especie»

El prestigioso neurólogo José Ángel Obeso dirige el nuevo Centro Integral de Neurociencias que está a punto de inaugurarse en Madrid

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El párkinson es uno de los grandes enemigos del cerebro y el neurólogo José Ángel Obeso ha hecho de la lucha contra esta enfermedad neurodegenerativa una prioridad en su vida. Fue pionero en la administración continua de fármacos antiparkinsonianos a través de una bomba como la que utilizan los diabéticos y ha jugado un papel clave en la cirugía del párkinson, con la que numerosos enfermos han mejorado su calidad de vida. La batalla contra el párkinson la ha librado casi siempre desde la Universidad de Navarra. Ahora empieza un nuevo reto profesional en Madrid como director del Cinac, el Centro Integral de Neurociencias del grupo HM. Aquí llega con la ilusión de convertir la institución en un referente en Europa y de encontrar la fórmula que «detenga la progresión del párkinson a corto plazo».

-¿Era necesario contar con un centro como el Cinac?

-Aunque hay un gran número de grupos que investigan el párkinson, tanto a nivel básico como clínico, ninguno cubre el espectro desde el paciente hasta la investigación molecular. El Cinac busca un cambio en la forma de hacer medicina, situando la investigación como anclaje fundamental, algo que a mí me resulta especialmente atractivo. Queremos que la atención a los pacientes sea el primer eslabón de una cadena dirigida a impactar sobre las enfermedades neurodegenerativas

-¿Qué objetivo se ha marcado?

-Tenemos solo uno: parar la progresión del párkinson. Intentamos definir los mecanismos implicados en el proceso para interferir en ellos, como se ha hecho en Oncología con éxito creciente. No digo que vayamos a curar el párkinson, pero creo que si paramos su progresión posiblemente podamos averiguar cómo influir sobre otras patologías neurodegenerativas. Todas ellas, como ocurre en el cáncer, tienen mucho en común. Tener párkinson es el principal factor de riesgo para desarrollar demencia. Y el cerebro de una persona con párkinson y demencia tiene muchas características de alzhéimer. Avanzar en esto sería mucho y extraordinario. Y para hacerlo bien y sin perder de vista la realidad, tenemos que analizar y atender muy bien a los pacientes.

-¿Cómo piensa lograrlo?

-Los pacientes precoces son los que más nos interesan porque abren oportunidades para plantear estrategias que cambien el curso de la enfermedad. Estos son los que están por debajo de los 50 años, y tendrán manifestaciones muy puras de párkinson, sin que influya el envejecimiento en el curso de la enfermedad. Tarde o temprano, en estos pacientes vamos a conseguir que el párkinson deje de progresar. Hay que averiguar qué patrón sigue la enfermedad. Actualmente, por temprano que se haga el diagnóstico, ese patrón ya está casi perdido.

-¿Se tarda mucho en diagnosticar?

-El diagnóstico clínico, en España, es de un año desde que el paciente va al médico la primera vez. Y eso está bien. Pero cuando una persona con párkinson empieza a tener los primeros síntomas -deja de usar bien el ratón del ordenador o empieza a escribir mal-, ya lleva cinco años de evolución. Aun así la enfermedad no está extendida, pero la focalidad suele ser menos obvia. Esto ahora no es especialmente relevante porque no tenemos un tratamiento eficaz para cambiar la evolución, pero cuando lo tengamos sí lo será. Y eso se puede contemplar a corto plazo.

-¿Qué pasa en el cerebro cuando aparece el párkinson?

-El estado parkinsoniano se caracteriza por una cadena de señales o actividad anormal en determinados circuitos cerebrales relacionados con el movimiento, lo que se empieza a denominar circuitopatía. En especial ocurre en circuitos que nos permiten hacer cosas de forma casi automática, rutinaria, como caminar, o levantarnos del asiento. Esa actividad anormal es la que vehiculiza las manifestaciones de la enfermedad. Y cuanta más actividad anormal hay, más se facilita la progresión. Es como un fuego, que se extiende desde un foco y va adquiriendo más energía y autoamplificándose. Nuestro enfoque es que si normalizamos ese proceso, mejoraremos los síntomas y romperemos el círculo vicioso en el que entra el cerebro, que, paradójicamente, favorece la progresión del párkinson.

-¿Cómo se puede interferir en esa actividad cerebral anómala?

-La tecnología actual nos permitirá en breve interferir en este proceso de manera específica y focal, a nivel celular. Hasta ahora se ha intentando con terapia génica, pero no ha dado resultados, y la cirugía clásica es demasiado agresiva. Yo tengo esperanzas de que se dé un primer paso con HIFU [Ultrasonidos Focalizados de Alta Intensidad] que permite intervenir en el cerebro sin abrir el cráneo y con el que ya se están tratando casos de temblor esencial. Este novedoso sistema ya se ha adquirido en el Cinac.

-¿Harán experimentación con ultrasonidos?

-Sí. Nuestro objetivo son precisamente esas neuronas que generan rutinas como escribir, levantarse o quitarse las gafas. Esos automatismos son típicamente humanos y nos permiten hacer varias cosas a la vez. Pretendemos averiguar cuál es el precio que debe pagar el cerebro por mantenerlos, porque esas neuronas deben tener alguna característica que las hace vulnerables al párkinson. Averiguar qué ocurre cuando se sobrecargan y qué las diferencia de otras neuronas próximas que no se afectan con el párkinson es fundamental.

-¿El cerebro humano está llegando al límite y nos estamos averiando?

-Es posible. Porque los humanos no nos damos cuenta de que somos igual de vulnerables que lo eran los dinosaurios. No hay ningún mecanismo biológico que nos proteja. Nuestra evolución ha sido muy buena para llegar hasta aquí, pero no hay ninguna razón para que siga siéndolo. Tanto el párkinson como el alzhéimer están relacionadas con capacidades inherentes al ser humano, como son la bipedestación, que está asociada a la capacidad de liberar las manos para manipular objetos, o el desarrollo cognitivo y la memoria, respectivamente. Quizá estemos pagando el precio de nuestro éxito como especie, y estas enfermedades neurodegenerativas son la consecuencia. Ahora parece que hay más gliomas [tumores] cerebrales. ¿Por qué? Igual tiene algo que ver con nuestra forma de vida. El cerebro ha ido muy bien para una serie de cosas, pero como cualquier dispositivo inteligente, cuando falla, se queda atascado.

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