Retrato de Oscar Romero en la catedral de San Salvador
Retrato de Oscar Romero en la catedral de San Salvador - afp

El Papa reconoce el martirio del arzobispo Oscar Romero y aprueba su beatificación

Fue asesinado por paramilitares en 1980 cuando celebraba misa en San Salvador

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Siguiendo la opinión manifestada ya por Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Papa Francisco reconoció este martes el martirio del arzobispo de El Salvador, Oscar Arnulfo Romero, dando así la «luz verde» a su beatificación en los próximos meses.

El arzobispo Romero (1917-1980) fue asesinado por paramilitares a las órdenes del mayor Roberto D’Aubuisson el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en San Salvador.

El país atravesaba una guerra civil atroz, y el arzobispo era muy crítico tanto de la violencia de la guerrilla como de la violencia desmedida de los militares, que dieron muerte a más de 200.000 civiles.

Romero murió al pie del altar, víctima de un único disparo realizado por un francotirador, que le impacto en el corazón justo cuando se disponía a leer las palabras de la consagración.

El día anterior, en su última homilía pública, se había dirigido de nuevo a la conciencia de los militares: «Yo quisiera hacer un llamamiento a los hombres del ejército. Y, en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos: son de nuestro mismo pueblo; matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: ‘No matar’. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios».

El mundo entero se dio cuenta de que era un mártir, pero la prolongación de la guerra civil y el miedo a que la izquierda violenta se apropiase su figura fueron retrasando, década tras década, su elevación a los altares.

Tanto en 1983 como en 1996, san Juan Pablo II rezó ante su tumba, desafiando a gobiernos hostiles a cualquier reconocimiento del arzobispo asesinado. En el año 2000, durante la ceremonia ecuménica de homenaje a los mártires del siglo XX en el Coliseo san Juan Pablo II le incluyó como «testigo de la fe».

Benedicto XVI le consideraba también un mártir y un santo, y así lo comentó en mayo del 2007 a los periodistas que le acompañaban en el vuelo a Brasil para participar en la asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en Aparecida.

Según el Papa Benedicto, Romero había sido «un gran testigo de la fe, un hombre de grandes virtudes cristianas, que se empeñó por la paz y contra la dictadura», muriendo asesinado «durante la consagración», como «testigo de la fe».

Aunque la causa de beatificación -iniciada en El Salvador en 1994 y trasladada al Vaticano en 1995-, seguía bloqueada por motivos de prudencia, quizá excesiva, Benedicto XVI comentó que, a título personal, «no dudo que merezca la beatificación».

Un mes después de su elección en marzo de 2013, el Papa Francisco ordenó desbloquear el proceso, «atascado» desde el año 2000 en la Congregación para la Doctrina de la Fe. En septiembre del 2013, el prefecto Gerhard Ludwig Müller manifestó que «he leído los seis tomos sobre Oscar Romero, y la Congregación ha dado su visto bueno».

El postulador de la causa es el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo de la Familia, quien proporcionará nuevos datos en una conferencia de prensa el miércoles 4 de febrero en el Vaticano.

En varias ocasiones, el Papa Francisco había manifestado considerar santo a Romero, pero ha esperado a que, primero la comisión de teólogos y después la plenaria de miembros de la Congregación para las Causas de los Santos, votasen que su asesinato había sido un caso de martirio «por odio a la fe». El procedimiento de martirio no requiere un milagro para la beatificación; tan sólo para la canonización.

El culto popular a monseñor Romero comenzó el mismo día de su martirio. Desde hace treinta y cuatro años, los fieles le rezan y visitan su tumba en la catedral de San Salvador. Es un mártir ecuménico. La Iglesia Anglicana le incluyó en su santoral y colocó su estatua en la Abadía de Westminster como uno de los diez mártires del siglo XX.

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