Crítica de 'Un escándalo de Estado': Más lío que escándalo

La acción, la intriga, la tensión y el interés por los hechos son muy exiguos

Oti Rodríguez Marchante

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Más que un ‘polar’, que es como llamó el cine francés a las películas policíacas o del género negro, esta que firma Thierry de Peretti es un ‘bipolar’, un auténtico trastorno narrativo que tiene en su interior una potente historia que mezcla el narcotráfico, las trastiendas políticas y policiales para seguir su rastro, la figura del infiltrado y la investigación periodística, pero que para seguirla hay que hacer un cursillo previo.

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Un escándalo de estado

Un escándalo de estado

Los personajes principales son un reportero de 'Libération' (Stéphane Vilner), el infiltrado y confidente de la policía (Roschdy Zem) y el jefe de la policía antinarcóticos (Vincent Lindon), y tanto cada uno por su lado como todos entre ellos tienen tal cantidad de texto, diálogos, explicaciones, confesiones y confusiones que uno anda de oyente por la película.

La acción, la intriga, la tensión y el interés por los hechos son muy exiguos, a pesar de que uno de los ramales de la enredada investigación involucra a los narcos con el GAL y a Marbella con Marsella. La trama está basada en un libro, ‘L’infiltré’, de Hubert Avoine y Emmanuel Fansten, articulista del diario francés, pero el guion siempre va un paso por detrás de la historia, y si no el guion, el espectador.

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