Antonio Burgos - EL RECUADRO

La ciudad del malaje

Nuestro máximo poeta, Luis Cernuda, es quizá el mejor ejemplo del malaje sevillano. Era esquinaete y tirando a sieso el hombre

Antonio Burgos
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Hay algo que nunca me expliqué: cómo si la palabra «malaje» que viene del «mal ángel» que tiene una persona, el DRAE la escribe con jota, en lugar de con ge, que sería lo lógico. Ahí empieza el malaje. Como otra contradicción, y grande, es que a Sevilla la conozcamos como «La Ciudad de la Gracia», por la que divagó Izquierdo, cuando en plan Jano de la fuente de la Casa de Pilatos frente a esa ciudad, o por debajo de ella, o al lado, o en la otra cara, hay una «Ciudad del Malaje». Por la que, por ejemplo, divagan Paco Robles y Eusebio León haciendo colección de camareros malajes, que los hay a manojitos. Sentemos, pues, una tesis tan atrevida como cierta: tan sevillano como la gracia es el malaje.

Es más, sin tanto malaje como anda por ahí, no tendrían mérito los pocos tíos con gracia que nos van quedando. Que es otra cosa que el simpático profesional, modelo Los del Río o Los Compadres. En Sevilla cada vez hay más simpáticos profesionales, simpáticos con carné, simpáticos fijos de plantilla. Los de la falsa gracia obligatoria, que algunos hasta nos dan coraje de tanta simpatía. Ya lo han dicho las autoridades en materia malajística hispalense: en un restaurante, mucho mejor que un metre simpático profesional es un camarero malaje de toda la vida, de los que parece que te están haciendo un favor sirviéndote.

Se habla mucho del malaje con la bandeja en la mano o tras la barra, pero malajes los hay en todas las actividades y ámbitos de la ciudad. De momento Sevilla ha tenido grandes alcaldes malajes. Si echamos las cuentas, más que alcaldes con gracia. ¿Dónde me dejan el malaje de Manuel del Valle, o el de Soledad Becerril? Los preferí siempre a la simpatía impostada de Monteseirín. Concejales malajes ha habido y habrá tela. Y que no falten. Y funcionarios malajes, ni te cuento. Es más, yo creo que en las oposiciones a funcionarios de las Administraciones hay unas pruebas de malaje, de forma que por muy bien que haga el resto de los ejercicios pierde la plaza quien dé negativo de malaje. ¿Y en los bancos? ¿Habrá algo más malaje que un ventanillero de banco? Con las fusiones bancarias, las jubilaciones anticipadas y la reducción y cierre de sucursales, los bancos se han quedado como las últimas grandes reservas de malajes en puestos de atención al público. Como cada vez mandan menos personal a las sucursales, los dos o tres amargados que quedan en cada oficina dan un recital continuo de malajidad. Un lector nos cuenta: «En la oficina donde tengo los ahorros y los recibos domiciliados hay una señorita que es lo máximo en malajura. Te echa patrás con la mirada. Te mira de arriba abajo como perdonándote la vida y mira otra vez para el ordenata haciendo sus cosas. Cuando le da la gana te vuelve a mirar y te dice: «¿Qué quería usted?» Y servidor, hasta las trancas, le dice con voz bajita, susurrante: «¡Hacer un ingreso!». Respuesta: «Para ingresos tiene usted la máquina, vamos, el cajero». «Es que yo no entiendo la máquina, señorita. ¿tendría la amabilidad de hacerme el ingresito, por favor, como cliente que soy, mire usted, de toda la vida?». Se lo piensa y suelta: «Por esta vez le cojo el dinero, pero ya sabe usted que para la próxima, al cajero». Le faltó decir “so mamón”.»

¿Y los dependientes malajes? Al margen de la Ley de Arrendamientos, de las franquicias y del cambio de costumbres, a muchos comercios tradicionales se los han cargado lo malajes que eran sus dependientes de toda la vida. Malajes de toda la vida. Sevillanísimos, eso sí. Como nuestro máximo poeta, Luis Cernuda, es quizá el mejor ejemplo del malaje sevillano. Era esquinaete y tirando a sieso el hombre. Su mala sombra fue la que le dio tan gran luz a sus poemas. En Sevilla hay personajes malajes, calles malajes, taxistas malajes, cocheros malajes, artistas malajes, catedráticos malajes, médicos malajes, abogados malajes, casetas de feria malajes. ¿Cuántos malajes salen en el Corpus? Así que menos hablar de la Ciudad de la Gracia y más de la Ciudad del Malaje. Que como la Religión Católica, es la verdadera.

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