OPINIÓN

Aventuras de un sábado cualquiera

Una vez en la estación de Santa Justa, bajaron del AVE una marabunta del Bilbao que jamás pensé que cabrían en un solo tren con refuerzo incluido

El sábado pasado quedé con unos amigos para echar el día en Córdoba, como algunos de ellos eran de Barcelona tomamos la ciudad califal como un punto de encuentro. A mí me hacía mucha ilusión volver, no solo por lo bonita que es Córdoba, sino ... porque era un reencuentro post pandemia muy esperado, imaginaros cuatro años para poder coincidir. Así que ni cortos, ni perezosos, mi marido y yo fuimos a por los billetes unos días antes, la verdad es que nos costó coger combinación para ir, algo que nos sorprendió la verdad, pero que en ese momento no le echamos mucha cuenta. Pero cuando llegó el día, ya averiguamos el porqué de tal falta de billetes: Una que entiende poco, tirando a nada, de fútbol y otro que, aunque le guste, tampoco es que esté muy pendiente…, pues no nos dimos cuenta que había un partido importante, supusimos, hasta que ya estuvimos en la estación del Bahía Sur. En un principio solo vimos a unos cuantos hinchas vestidos con camisetas de rayas blancas y rojas, que por una milésima de segundo y guiados por el destino al que íbamos, pensé que eran del Sevilla, pero una vez me fijé mejor, y escuché mejor porque muy acento sevillano no tenían, me di cuenta que eran del Athletic del Bilbao. Como era muy temprano y aun no me había despegado las legañas, todavía no atinaba a qué partido iban a Sevilla esa docena de chavales. No obstante, una vez en la estación de Santa Justa, bajaron del AVE una marabunta del Bilbao que jamás pensé que cabrían en un solo tren con refuerzo incluido, aquello parecía el camarote de los hermanos Marx, pero saliendo en vez de entrando. Esos sin contar con los que ya estaban en la ciudad desde el día anterior, entonces ya confirmamos que el partidazo era la final Copa del Rey y que jugaban contra el Mallorca. A partir de ahí ya empezó mi aventura, empezando porque el AVE que me llevaba a Córdoba se retrasaba de manera inusual, nos dejaron esperando en el andén unos treinta minutos mientras enganchaban otro tren de refuerzo, al que limpiaron su interior previamente, una vez subidos nos quedamos un rato más esperando a que el tren arrancara, haciendo vanos intentos en vista de los cortes de luz que había dentro de los vagones y de los ruidos característicos de las máquinas, al final por megafonía dijeron que el tren estaba roto, bueno que por problemas técnicos nos teníamos que bajar e ir al tren que estaba al final del andén, casi llegamos andando a Córdoba, pero bueno en este segundo tren ya pudimos ponernos en marcha una hora más tarde de la debida. Cuando llegamos a Córdoba más de lo mismo camisetas rojiblancas por todos lados y locales hasta arriba, menos mal que encontramos un restaurante junto a la muralla en el que comimos divinamente, ya a la hora del café no nos fue tan bien, en el mercado de la Victoria no daban abasto para servir, pero sobre todo para limpiar las mesas de fuera que estaban un poco dejadas, lo que era una pena. A la vuelta el intercity que tenía que coger para La Isla, tampoco estaba muy allá, no llegó a su hora y las agarraderas para entrar estaban sueltas, así que era un poco difícil no dejar los piños allí si no te asías bien. Si no que se lo digan a la muchacha del Atendo que se las vio y se las deseó para bajar a una pasajera. En conclusión de todo esto saco que el casco antiguo de Córdoba no es accesible para personas de movilidad reducida, ni ciertos trenes tampoco. Por cierto, no todos los hinchas eran del Bilbao, vi a cinco del Mallorca.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios