Waterloo

Ironías de la vida, fue allí el inicio de la rendición de Napoleón. Ironías de la vida, puede que, con Waterloo como atrezo, Sánchez haga que España se acabe rindiendo ante Puigdemont

Miguel Ángel Sastre

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E mundo en el que vivimos se ha convertido en un lugar en el que los relatos intentan matar a los datos, cuando debería ser al revés. Es decir, lo objetivo, debería tener más peso que lo subjetivo y no es así.

Uno de los relatos que, frecuentemente, se desliza sobre la opinión pública es el de 'perdedor-ganador'. En las últimas, hubo un ganador que sacó mayor porcentaje y escaños en las urnas. Frente a esto, hay quienes, perdiendo, celebraron la victoria como si hubiesen ganado. Es cierto que la política actual no es como la de antes: ya no gobierna quien más votos saca, sino el que encabeza el bloque mayoritario.

Ahora bien, un bloque, como su propio nombre indica, es algo cohesionado, que puede tener zonas con particularidades, pero con cierta homogeneidad general. Por tanto, eso que llaman, falazmente, el bloque del 'avance' y del 'progreso', cae por su propio peso.

Y es que, las políticas de fondo, sobre todo, en materia económica que defienden PNV y Junts son muy distintas a las que pueden proponer PSOE, Sumar+, Bildu, BNG y ERC. Solo tienen en común dos pegamentos posibles: el interés para mantenerse en el poder o el objetivo a largo plazo de la venta de nuestro país, España, por fascículos.

Dicho de otro modo: quien votó a Junts, a PNV, a Bildu, a BNG o a ERC, lo hizo por intereses muy particulares, variados y, en algunos casos, casi opuestos a quienes votaron al PSOE y Sumar+. En cambio, hay otra mayoría que sí que mandó un mensaje claro y sólido de querer terminar con las políticas del Gobierno actual y emprender otras diferentes. Ahí es donde está la diferencia. Es el primer relato que nos quieren hacer creer y que debemos desmontar.

El segundo relato, y vinculado a lo anterior es el concepto de 'progreso'. Progresar es avanzar, es hacer que una sociedad sea libre, que se genere riqueza y que ésta se invierta en la protección a quienes realmente los necesitan. Progresar es que las personas que componen esa sociedad abandonen la política visceral e irracional y en la que todos seamos iguales ante la ley. El separatismo y las políticas restrictivas que plantean las posiciones más escoradas a la izquierda son opuestas al avance porque excluyen, porque no permiten que la actividad económica se desarrolle con normalidad y porque ponen al colectivo por encima de las particularidades y matices que tiene cada persona. Una España sostenida en estos partidos es una España que divide y retrocede. Y con esos dos relatos, quieren matar datos claros: que hubo 11 millones de personas que, aunque con posibles diferencias de criterio, votaron de manera clara un cambio en España. Que de esas once, ocho millones apostaron al azul y dijeron claramente a quién querían como presidente del Gobierno, y que lo hicieron en 40 de las 52 circunscripciones, así como en 12 de las 17 comunidades autónomas.

Con esos dos relatos quieren matar, además, otro hecho incontestable: que España, está ahora en manos de Carlos Puigdemont. Un prófugo de la justicia, que huyó de ella, presuntamente, en el maletero de un coche, y que manda desde Waterloo.

Ironías de la vida, fue allí el inicio de la rendición de Napoleón. Ironías de la vida, puede que, con Waterloo como atrezo, Sánchez haga que España se acabe rindiendo ante Puigdemont, traspasando, definitivamente, todas las líneas morales para acceder al poder. Superados y blanqueados los pactos con la izquierda del 'sí es sí', con ERC y con Bildu, solo quedaba un paso más: pactar, no con un exconvicto como pueda ser Otegi, sino con un fugitivo. Ironías de la vida, la canción de ABBA que lleva el nombre de esta ciudad belga, acababa diciendo algo parecido a «sabiendo que mi destino es estar contigo».

Esperemos que el destino de España, por el interés personal de Pedro Sánchez, no sea estar una legislatura entera dependiendo de Puigdemont. Aunque desgraciadamente, por el momento, hoy, ya lo está. A ver si, en algún momento, entre todos, lo podemos remediar.

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