EL APUNTE

Vamos a contar encuestas

Con este tipo de manejos pierde el sistema, el concepto de sondeo

Algunos dicen estar sorprendidos pero resulta de todo menos sorprendente. Si todas las encuestas se cocinan (se equilibran, se ajustan, se orientan según criterios técnicos pero también políticos, a demanda) resulta normal que una guisada por uno de los chef más conocidos del PSOE tenga ... un denso aroma de triunfo socialista, con reducción al PP, leves tropezones de la salsa ligada entre Podemos e IU, además de un exceso de guarnición de Ciudadanos. Resulta previsible.

Cualquiera que esté en la calle sabe que los datos que contenía el informe publicado ayer por el CIS van a estar lejos de los que dicten las urnas. Su intención de influir y mediatizar es más que evidente.

Porque por más que resulte clara la capacidad del PSOE para retener votantes en la provincia y en toda Andalucía, no parece lógico que por puro desgaste (influyan o no sus sonados casos de corrupción) sea capaz de ampliar su respaldo electoral. Igualmente inexplicable resulta que el PP, por más que en una compleja transición tras su salida del Gobierno, tenga un retroceso tan notable. Tampoco resulta creíble que Ciudadanos multiplique hasta por cuatro su apoyo en algunas provincias andaluzas. También es complicado creer que Podemos e Izquierda Unida pierdan tantos puntos de respaldo electoral cuando se suman, hasta el punto de perder un cinco por ciento de votantes respecto a lo que consiguieron hace tres años y medio cada uno por separado. Con este tipo de maniobras, es el sistema político el que queda dañado, es el concepto de las encuestas el que resulta herido. Especialmente cuando tiene un componente público que debería hacerla más creíble, neutral e imparcial, casi aséptica.

Pero en un país que no ha entendido el papel de los medios de comunicación públicos, que oscilan de una carga ideológica a otra según quién gobierne, había que ser optimista hasta la candidez para esperar que las encuestas corrieran una suerte distinta. En otras democracias bastante cercanas, estos cálculos se hacen con un rigor y una independencia que los hace menos vulnerables. Afortunadamente, en este caso sólo hay que esperar dos semanas para que cualquier anuncio anterior quede invalidado por la realidad, para que unos números sagrados e indiscutibles anulen todos los escritos con anterioridad.

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