OPINIÓN

Los tipos de detrás

La cima de nuestra civilización son los tipos de detrás de los políticos cuando estos hablan

FRANCISCO APAOLAZA

La cima de nuestra civilización son la gente que baila en el público en los programas de televisión y los tipos de detrás de los políticos cuando estos hablan. Estos dos grupos representan la sublimación del ridículo ajeno y por tanto nos representan porque yo creo que el derecho a dar vergüenza a los demás y a tirar las servilletas a los pies de las barras de los bares son medida del desarrollo de nuestro pueblo. Ahora noto con cierto pesar que los bares quedan insultantemente limpios y se están perdiendo los señores y señoras de la tercera de edad que bailan en la tele dando palmas en el último plano del cuore, de pie con su baile antiguo o sentados con ese exceso de muslo y esa la desubicación que atribuimos al anciano. Ahora quedan los tipos de detrás de los políticos, la camarilla, los que ponen ahí a demostrar que el que habla no está solo. Aparecieron ayer en la presentación de avales a la fiesta de la democracia interna -serena y caníbal- del Partido Popular. Cospedal no llevó gente detrás. Punto para Cospedal.

Es una obsesión del político demostrar que no está solo y en realidad muestra que es el ser más solitario que existe. El político ya no confía en nadie. El que confía es un naïf y le quedan dos telediarios. En la mayoría de los casos, el político es un tiburón que para salir a nadar en ese agua en la que se mueve ahora -el charquito de una concejalía, el océano de la política nacional- ha tenido que devorar a sus hermanos en la barriga de mamá. Si asciende por la escala de las juventudes de los partidos, cuando llega a lo público es ya un killer y se ha bajado a cuatro o cinco compañeros que optaban al puesto que él ocupa ahora. Es adorable la candidez con que la prensa ve a los políticos jóvenes y resalta la novedad, la esperanza de la irrupción de un nuevo valor con ideas nuevas, y yo cada vez que miro a uno de esos veo a un crío con una pistola humeante en la mano.

Adoro a los tipos que están detrás de ellos, con su gesto atento, su manera de llenar el espacio y hacer bulto, su asentir calmado a las declaraciones que ni siquiera escuchan, su tomar parte en la contienda a favor del líder del que calculan, ya, ascenso y caída. Ese al que guardan las espaldas es el jefe al que dentro de un tiempo sustituirán, por eso les miran los hombros como tomando las medidas. El tipo de detrás lo es en su máxima expresión cuando en tiempo electoral muestran en las redes su adhesión inquebrantable al líder. Cuanto más apoyo, antes le pedirán lo suyo y antes me meterán el puñal entre los hombros.

Hace no mucho tuve la oportunidad de compartir un tiempo de disfrute nocturno con parte de la cúpula del partido que gobierna en España, pues en los bares es donde se conoce a la gente. Noté esa tensión argumental. Tomamos varias cervezas y a cada ronda era más palpable la desconfianza, los asuntos pendientes, las venganzas que sobrevendrían, la necesidad de estar ahí y de, al mismo tiempo, querer estar en otro lado. Cuando nos fuimos, pregunté a un amigo qué era lo que creía que les pasaba y concluimos que durante toda la noche pensaron quién de ellos dispararía a los demás y cuándo. Se ha asumido en España que los enemigos más peligrosos se tienen detrás y no enfrente. Es un paso

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios