De otra pasta

La muerte de Balbín nos ha recordado que nuestros mayores, por las circunstancias que les tocó vivir, alcanzaron un nivel político e intelectual mucho mayor que el nuestro, que crecimos en libertad sin valorarla

El triste fallecimiento de José Luis Balbín nos ha dejado un poco huérfanos a todos los españoles. Con él se ha marchado buena parte de la infancia, la adolescencia o la juventud de millones de personas que crecimos viendo a nuestros padres, muy ... atentos, delante de una tele de madera. Entonces sólo había dos canales y ver en UHF 'La Clave' los viernes por la noche era liturgia obligada en millones de hogares. Eran las décadas de los 70 y los 80. Por supuesto a nosotros por aquel entonces el programa nos parecía un auténtico peñazo. Un ladrillo infumable en el que los participantes lo que más hacían era precisamente eso, fumar. Primero fue en blanco y negro, luego ya llegó el color. Pero siempre el mismo formato: una película sobre un tema de actualidad y posterior tertulia al respecto en el que el humo de pipas, puros y cigarrillos eran marca de la casa y se colaba siempre por delante del rostro del contertulio de turno.

Hoy, con la perspectiva que da el recordarlo décadas después, y visto el nivel de la política actual, no podemos sino rendirnos a 'La Clave', a José Luis Balbín y a los políticos e intelectuales de aquel entonces, a millones de años luz de los actuales. Quizá porque venían de otras tantas décadas de dictadura y posguerra, es evidente que nuestros mayores estaban hechos de otra pasta. Mucho mejor que la nuestra, que crecimos acomodados, felices, en libertad y sin problemas en comparación con los que tuvieron ellos. Gracias precisamente a sus sacrificios. Si compara usted una tertulia de las de entonces con cualquiera de las de ahora se le cae el alma a los pies. No hablo sólo de la estética, que también. Ellos con su pertinente chaqueta y corbata. Ellas –bastantes menos en número– perfectamente arregladas. Daba igual su ideología o su estrato social. Se entendía como una muestra de respeto hacia aquel que te honraba con su invitación, en este caso a un programa de televisión. No alcanzo a entender en qué momento decidimos cambiar nuestra imagen a peor. A mucho peor. Pero ese es otro tema, aunque no baladí.

En cualquier caso, al margen de lo estético, el verdadero drama de hoy día es el bajísimo nivel intelectual general de nuestra sociedad . En buena parte por culpa de la televisión. En bastante mayor medida, por las redes sociales. Imagínese qué futuro nos espera cuando manejen los hilos los que hoy, en plena infancia o adolescencia, tienen como referentes a cuatro 'streamers' y otras tantas 'influencers'. Y que cuando empiezan a interesarse mínimamente por la política se encuentran lo que se encuentran. Sin duda, durante 30 años –digamos que entre 1978 y 2008– España creció en todos los aspectos de forma espectacular. Sin darnos cuenta, sin valorarlo, vivimos en plena libertad , nos modernizamos, nos desarrollamos hasta ponernos a la altura del primer mundo, viniendo como veníamos de una larga dictadura. Pero a raíz de esa crisis económica, unida a la terrible corrupción política que afloró entonces, todo ha ido a peor. A mucho peor. Y ahora tenemos lo que tenemos: políticos en las instituciones que quieren destruir desde dentro lo que tanto tiempo y esfuerzo costó construir. Justo ahora nos movemos en la cuerda floja. Estamos en un momento clave de cara al futuro, tras las elecciones andaluzas, las próximas municipales y las no tan lejanas generales. En un punto en el que –tras vivir serias dificultades como sociedad en nuestras propias carnes– aún estamos a tiempo de recuperar la senda de la que nos hemos desviado. O de descarrilar del todo. Confiemos en que aún hay esperanza. En que al menos intentaremos acercarnos, mínimamente, al nivel de los padres de nuestra actual Constitución. A saber, Gabriel Cisneros, Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, el gaditano José Pedro Pérez-Llorca, Gregorio Peces-Barba, Jordi Solé Tura, Manuel Fraga y Miquel Roca. Y de tantos y tantos políticos e intelectuales que tanto hicieron por nuestro país y por nuestro actual sistema democrático. Ojalá seamos dignos de su herencia. Aunque sea en camiseta de tirantes y chanclas.

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