La Voz

Lo que funciona no se toca

Los cambios introducidos de forma caprichosa en el sistema de venta de entradas del Falla reavivan incidentes, molestias y reventa

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Hay una máxima del deporte que muchos aplican a la vida cotidiana: «Lo que funciona bien no se toca». Ese giro, casi convertido en refrán, deberían aplicarse los responsables municipales y los del Patronato del Concurso (que ni son los mismos ni coinciden siempre). El sistema de venta de entradas había mejorado sin cesar a lo largo de los últimos 15 años desde que alcanzara el paroxismo con diversos incidentes a finales de la década de los 90. Desde entonces, distintos avances tecnológicos y distintas pruebas habían conseguido eliminar la reventa. O, al menos, acorralarla. También había logrado que los aficionados racionalizaran las colas, quizás no de forma suficiente para algunos que se escandalizan pero a salvo de incidentes desagradables, de abusos y de mercado negro.

No es poco.

Esa tendencia, con dificultades de mejora se sostuvo desde el año 2000 hasta 2015, casi sin interrupciones. La aparición de internet tuvo buen encaje pese a los problemas técnicos iniciales y todo parecía ya consolidado. Sin embargo, el nuevo gobierno municipal, en su obsesión por cambiarlo todo, en su afán irrefrenable de hacer tabla rasa con cualquier medida que suene a los gestores precedentes, empezó a introducir cambios en el sistema este mismo año. Recuperar el secreto en la ubicación de la taquilla y distribuir entradas sin control nominativo han sido dos de los más llamativos. En ambos casos han conseguido despertar fantasmas que estaban bien enterrados. La reventa vuelve a cabalgar por internet, de forma mucho más evidente y grosera que hace unos años. Las molestias y confusiones entre los aficionados crecen. Sus dificultades para encontrar entradas se ven agravadas por la incertidumbre sobre el lugar en el que se venden. El resultado es un incidente aislado, pero muy desagradable, y el reconocimiento del alcalde de que la reventa ha vuelto. La conclusión es simple: «lo que funciona no se toca».

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