Adolfo Vigo - OPINIÓN

Cara y cruz

El mundo iría mejor si viéramos más caras como la de Ignacio Echeverría por las calles

Adolfo Vigo
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De entre la variedad de personas que existen, para mí hay una clasificación importante. Esta es la de personas que te hacen sentir orgulloso del género humano y las que no.

Entre las primeras, este sentimiento se acentúa aún más cuando por suerte pertenecen a tu mismo país. En este caso estaría Ignacio Echevarría, el héroe del monopatín. Es el ejemplo de esos seres tocados por una gracia especial de Dios que anteponen el bien de los demás a su propia vida. Sin pensárselo dos veces, tiró su bicicleta y con un simple monopatín se enfrentó a tres indeseables que estaban asesinando a personas inocentes por la calles de Londres. Siendo, finalmente, asesinado por uno de estos dementes de una cuchillada traicionera por la espalda, ya que de cara no fueron suficientes tres vándalos para acabar con su vida.

Ignacio es ese ejemplo de valentía que a mí nunca me gustaría encarnar porque, sinceramente, no sé cómo reaccionaría. Supongo que en su situación yo hubiera salido corriendo, pero él no. Él en un magnífico ejemplo de ciudadanía, de compromiso con la humanidad, sin dudarlo dos veces encaró a un desgraciado que con un arma en mano pretendía asesinar a una mujer indefensa.

En este caso, no cabe más que decir que honor y gloria para aquel que ha dado su vida por la de otras personas sin importarle que el pago a cambio fuera derramar su sangre y dar la suya propia.

Por otro lado, la cruz de ese tipo de personas ejemplares, están aquellas que hacen que se te revuelva el estomago, que sientas asco y que se te caiga la cara de vergüenza por que llevan tu misma nacionalidad, en definitiva, que sientas la mayor de las repulsas porque existan personas así en nuestro mundo. Entre estos podríamos incluir a esos impresentables, que anteponiendo sus ideales políticos, sus mermas o taras mentales, se permiten el lujo de criticar o rechazar una donación como la realizada por Amancio Ortega para la investigación y prevención del cáncer.

Esos que encima se permiten el lujo de autodenominarse «defensores», pero que prefieren que las listas de espera se sigan alargando, con lo que ello significa en el diagnostico precoz de dicha enfermedad, que agradecer el gesto por provenir de una persona y a la que, hasta el momento, no tiene ningún pero demostrado en su labor empresarial. Seguro que si dicha donación viniera de alguno que otro que se me viene a la cabeza –como los Bardem, Monedero o del excedente cobrado por los diputados de Podemos– la aceptaría gustosamente como ejemplo de la nueva clase de políticos o de la nueva izquierda de nuestro país.

Lástima que estos, en vez de hacer esas donaciones, se dediquen a criticar la labor de los demás pero sin dar nada a la sociedad a la que pertenecen.

Esta semana hemos tenido las dos caras de la moneda. El orgullo de ser compatriotas de Ignacio Echevarría y la vergüenza de tener entre nosotros a esos que desde una asociación para la defensa de la sanidad pública se permiten el lujo de no mirar por los pacientes, anteponiendo sus criterios personales al bienestar de los enfermos.

Y es que el mundo iría mejor si viéramos más caras como la de Ignacio Echeverría por las calles de nuestras ciudades protegiendo la vida humana y menos cruces en el camino, como la de esos ‘salvadores’ que anteponen sus ideales a la muerte de inocentes.

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