Dos cambios a revisar en el futuro

Como todas las grandes fiestas, las multitudinarias, de cada ciudad, el Carnaval pone a prueba a la suya, a Cádiz. Sus hábitos, sus horarios, su infraestructuras son sometidos a una especie de prueba de resistencia, en la que también cuenta la importante opinión de los visitantes, incluso de los que la descubren por primera vez. La gran explosión de coplas y alegría que comenzó ayer cuenta, en su edición de 2016, con dos cambios muy llamativos.

El primero es la recuperación de la Final de cuatro grupos por modalidad. Contar con 14 ó 15 actuaciones (el cuarteto no suele completar su cupo) es garantía de que la sesión se prolongará más allá de las siete de la mañana. Justificar ese maratón con la melancolía, con el hecho de que muchos años se hizo así, es demasiado endeble.

La medida sólo gusta a los forofos del certamen y molesta a todos los demás: niños, televidentes, trabajadores, aficionados templados, curiosos... Como el propio Selu García Cossío declaraba sobre el escenario, no pasaría nada por dividir la Final en dos sesiones que se celebraran entre las 21 horas y las 2 de la madrugada de dos jornadas distintas. Es una opción a estudiar porque salir del Falla en horario de desayuno es peor idea de lo que parece. Igual no tiene tanta gracia para tantos.

El segundo cambio a revisar es el cierre de la avenida de Astilleros (carretera industrial). Esa medida preventiva, que incrementa la seguridad, supone una complicación extrema para los conductores que llegan a la ciudad por el segundo puente. Deben tomar hasta tres desvíos o cambios de sentido para alcanzar las vías centrales de acceso al casco antiguo.

Mientras la conexión de la avenida de Huelva con Juan Carlos I no esté lista (y faltan varios carnavales para eso) debe articularse un trazado mucho más simple y sensato sin poner en peligro la seguridad de nadie.