Mayte Alcaraz

El silencio de los lobos

Mayte Alcaraz
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Reconozcámoslo: a los medios de comunicación nos queda por hacer una profunda autocrítica sobre el umbral de limpieza que exigimos a los poderes públicos, a los políticos y a los empresarios y la escasa ejemplaridad de algunos reputados periodistas, muchos de dilatada trayectoria, pero otros tantos madurados en la incubadora de la crisis, no solo económica, sino política, de valores y del periodismo profesional. La multiplicación de soportes de comunicación sin más basamento que el ruido de los escándalos y la agitación política ha dilapidado el capital de credibilidad que durante la transición los profesionales de la comunicación atesoraron frente a una opinión pública agradecida por su aportación a la democracia.

El caso de Manos Limpias y Ausbanc ha sacado a la luz las vergüenzas periodísticas

La detención por gravísimos delitos de extorsión y pertenencia a organización criminal de los responsables de Manos Limpias y Ausbanc, Miguel Bernad y Luis Pineda, dos maestros en las relaciones con los medios y en el tráfico de influencias periodísticas, coloca delante de nuestras narices (algunas más versadas en olfatear dinero y filtraciones que noticias) un espejo con azogue bastante turbio. Además de los empresarios, banqueros y ciudadanos en general que accedieron a la chita callando al chantaje de estos individuos, ¿cuál fue el colectivo que amamantó a sus pechos a esos pretendidos Robin Hood de pacotilla, dispuestos a perseguir a los poderosos? ¿A qué se debe si no que muchos medios de comunicación pasaran de considerar a Bernad y sus «Manos Limpias» un instrumento de la extrema derecha cuando denunció los desmanes procesales de Baltasar Garzón a adularle hasta el vómito por sentar en el banquillo a la Infanta Cristina?

Parecen haber enmudecido esos autollamados profesionales, adalides del periodismo de trincheras, que olvidaron la procedencia ideológica de Pineda y Bernad en busca de un bien mayor: acabar con el sistema aunque fuera chapoteando en la ciénaga de la extorsión. Recuerdo que el presidente de Manos Limpias campaba a sus anchas por televisiones y radios (yo tuve que encararme con él no hace muchas semanas para defender las informaciones de ABC, que resultaron exactas), probablemente en agradecimiento por tantos sumarios filtrados debajo de la mesa de voraces tertulias, medios tradicionales y advenedizos digitales.

Ahora que las tintorerías se están haciendo de oro limpiando las alfombras de la política podría aprovecharse este tiempo de regeneración para levantar los felpudos de una profesión emponzoñada, que esconde u orea sus vergüenzas -a cambio de dinero- en algunos portales de internet, y que tapa a tantos y tantos periodistas y medios que, como este, siguen creyendo en la limpieza del oficio. Mientras eso no ocurra, el silencio de los corderos o de los lobos (por acción u omisión, tanto da) reprimirá al rebaño.

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