La tractorada de Lugo se ha prolongado durante diez días
La tractorada de Lugo se ha prolongado durante diez días - efe

Tractores en una montaña rusa

En una semana de eslóganes y tensión, dos expertos de la USC analizan con sosiego pasado, presente y futuro del lácteo, sector clave para Galicia

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El pico de fiebre que el sector lácteo sufre en las últimas semanas es la evidencia de «una enfermedad más profunda» de la que es difícil reponerse solo con cama y antibióticos. La metáfora la sirve Edelmiro López, profesor titular de Economía Aplicada de la Universidad de Santiago, cuando se le pregunta sobre los motivos que han llevado a miles de tractores gallegos a «laborar» sobre el asfalto de Compostela o de Lugo.

Al marco general, común a toda Europa, de la caída de precios, se le suman agravantes en España y, en particular en Galicia, que explican lo que está sucediendo en la recta final del verano en un sector en periódicas reivindicaciones. «El mercado de productos lácteos es muy volátil porque cualquier pequeña variación de la producción o del consumo provoca caídas o subidas de precios muy fuertes», indica.

Un pico de la primera se combina en estos momentos en Europa, Oceanía o Estados Unidos junto a una caída en las compras de China o el embargo de Rusia.

Pero concurre un segundo factor: la progresiva liberalización del mercado iniciada en la Unión Europea, en la que se incluye el reciente fin de las cuotas lácteas, aunque para López «lo que está pasando ahora no tiene nada que ver con la desaparición de estas». Recapitula que «desde 2003 se fueron desmantelando los mecanismos comunitarios de estabilización del mercado; no de mantenimiento artificial de precios, pero sí de evitar oscilaciones bruscas»: entre 2007 y 2008 suben; se desploman en 2009; repuntan con vigor entre 2012 y 2013, y caen sin freno desde principios de 2014 hasta la actualidad. Eso genera que, por ejemplo, «cualquier variación a nivel internacional en la mantequilla o la leche en polvo —que son los grandes productos industriales— repercuta inmediatamente en los precios pagados a los ganaderos españoles».

Diferencias con Europa

¿Pero por qué en Galicia la crisis del lácteo se agudiza? ¿Por qué los precios están 2 céntimos por debajo de la media estatal? «Hay un problema de debilidad de la industria láctea española, que básicamente centra su actividad casi en exclusiva en la obtención de leche envasada y tiene una presencia menor en quesos y productos de mayor valor añadido», resume López. Y a ello añade «un dominio brutal de las cadenas de distribución, una preponderancia cada vez mayor de las marcas blancas como producto reclamo, que acaban imponiendo sus condiciones».

A mayores, según detalla, España carece de buenos mecanismos de organización. López señala que, por ejemplo, en países como Dinamarca u Holanda, las industrias son cooperativas, el paraguas en el que se desenvuelven las relaciones comerciales que atenúan posibles desequilibrios: «Donde no existe un sistema así, como en Francia, ha venido funcionando una interprofesional muy sólida con participación del gobierno como garante de los acuerdos de gestión de volumen y de precios». Todos estos elementos han subido al sector lácteo autonómico «en una montaña rusa» que nadie logra detener. Si López pudiera «escribir una carta a los Reyes Magos», pediría para Galicia un modelo intermedio entre ambos.

El Citroën de la leche

La situación empeora en determinados casos: el precio medio de 27,6 céntimos de litro por leche «esconde diferencias internas brutales. Hay ganaderos que están cobrando 0,20 o 0,21. Es la ley de la selva», alerta López. En su opinión, las soluciones a corto plazo pasan por «alcanzar un cierto compromiso de organización de los precios a lo largo de la cadena. Que deje de haber en las grandes cadenas de distribución leche a 50 céntimos porque así es imposible que se retribuya adecuadamente al resto». «Pero tanto o más importante sería ponerse en paralelo a hacer los deberes a medio y largo plazo». En esa lista de tareas pendientes, anima a «reforzar la industria láctea en España. No digo que se monten empresas públicas gestionadas por funcionarios, pero se precisa una política industrial más activa».

«Por ejemplo, —continúa— habría que lograr que Lactalis, multinacional francesa que domina el sector transformador, tenga planes a medio y largo plazo igual que Citroën». En su lista de tareas para la Administración, las distribuidoras y la industria, también recuerda que los ganaderos («el eslabón más débil y que mejor ha hecho sus deberes») deben «ser capaces de producir leche con menos alimento para el ganado comprado fuera de su explotación y aprovechando mejor su potencial forrajero». Recuerda, no obstante, que con la volatilidad permanente «si soy ganadero no sé si tengo que matar a todas mis vacas con precios tirados o si embarcarme en grandes inversiones cuando suben».

Normas en papel mojado

Las reflexiones de Francisco Sineiro, profesor de Economía Agraria también de la Universidad de Santiago, completan el análisis de López, con el que comparte las líneas maestras del diagnóstico y las posibles soluciones. En su caso, recuerda que «hay una norma en vigor desde 2012 que quedó en papel mojado porque la industria trató de evitar contratos a un año disculpándose —y en parte tiene razón— en que se le obligaba a unos contratos de mayor duración con los productores y las distribuidoras, que solo los establecen a corto plazo». Apunta también que las organizaciones de productores —que en Galicia «ya representan a una parte significativa con 800 millones de euros de litros, la tercera parte— «no se han desarrollado lo suficiente porque la industria no quiere negociar con ellas, sino individualmente con los ganaderos». Advierte, asimismo, que «ha tratado de hacer contratos por debajo del volumen de producción de años anteriores en los que todavía había cuota».

«Para que exista una debida competencia —sostiene Sineiro— el consumidor tiene que tener posibilidades de escoger, pero también deben darse condiciones concretas donde no se ahogue la producción con precios que no cubren costes porque terminará habiendo menos productores y un monopolio». En base a estudios académicas, concluye que no se puede fijar un precio inferior a los 70 céntimos para cubrir costes a producción e industria y dar margen a la distribución».

Liderazgo marginal

«La leche que va dirigida a fabricación de marcas blancas de leche envasada absorbe una parte muy importante de la producción en España, en torno a un 42 por ciento», cifra Sineiro. Llama la atención sobre el hecho de que grupos de distribución importantes con presencia en España y Francia comercializan marcas blancas con diferencias de 15 céntimos entre países.

Afirma que mientras que Galicia lidera la producción en España con el 40 por ciento (dos millones y medio de toneladas en el último año), las industrias tienen una posición marginal: «Cerca de un 37 por ciento de la leche recogida a diario es transportada en cisternas por intermediarios para ser industrializada fuera de la Comunidad».

Más allá de aspectos como la superficie limitada de tierra por explotación, de «parches temporales que alivian o ayudas para reducir préstamos», reclama soluciones estructurales para las que «la administración tiene instrumentos». Aunque sostiene que hay «futuro», expone: «Estas protestas son también una llamada a la conciencia colectiva de los gallegos. Tener una industria más débil, significa menor empleo y un impacto territorial y social».

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