La desaparición de Sonia Iglesias cumple cinco años sin esclarecerse

La Audiencia provincial archivaba el caso en abril ante la falta de «indicios sólidos» contra el único imputado y expareja sentimental de la pontevedresa

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Desde aquella imagen que dejaba agosto de 2010 con la ciudad de Pontevedra salpicada de fotos de la joven de Sonia Iglesias hasta hoy han pasado 5 años. Aquel fatídico 18 de agosto cuando la mujer de 38 años no se presentó a su puesto de trabajo en Massimo Dutti y no dio señales de vida durante toda la jornada hizo sospechar a familiares y amigos que su ausencia no era voluntaria. Fueron meses de batidas infructuosas por montes, lagos y ríos. En su entorno mantenían, y siguen manteniendo, que la mujer nunca se habría ido dejando atrás a su hijo (de 9 años), su familia y su trabajo. La pista se le pierde a las 10.45 horas de aquella mañana tras ser vista haciendo unos recados por una céntrica calle del Lérez.

Hoy las incógnitas de su desaparición siguen sin despejarse y las esperanzas de encontrar nuevas pruebas que arrojen luz al caso se diluyen.

Mientras, Pontevedra sigue sin olvidar a Sonia. No pocos comercios mantienen su fotografía en los ventanales y como cada año una marcha en su recuerdo volverá a tomar esta noche las calles de la urbe bajo el lema «Cinco años sin Sonia». Tras la pancarta, sus padres, Alejandro y Carmen, y su hermana Mari Carmen, que mantienen la batalla y confían en que algún día se conozca toda la verdad que rodea a este terrible suceso.

Carpetazo judicial

Sin hilo del que tirar, se supo que la cartera de la mujer que fue localizada el mismo día de la desaparición en las cercanías de O Vao apareció minutos después de que Sonia hubiera sido vista en el zapatero —por lo que se descartó que tuviera algo que ver con el caso—, y la falta de indicios sólidos contra su marido y padre de su hijo, acabó con el sobreseimiento de la causa y la desimputación de Julio Araújo.

Precisamente, aunque nunca se encontraron pruebas de cargo contra él, la supuesta implicación de su pareja sentimental, de la que estaba en trámites de separación, fue uno de los pocos avances en firme que se produjeron durante la investigación. Pero el material recabado era «débil y contradictorio» y carecía de fuerza suficiente de cara a un juicio. Así lo dictaminó el Juzgado de Instrucción número 3 de Pontevedra, especializado en la Violencia contra la Mujer, y posteriormente la Audiencia provincial, que decidía el pasado mes de abril archivar la causa.

En su auto, la Audiencia rebaja cada uno de los indicios presentados por la familia a «meras sospechas» que impiden la posible imputación de quien desde el principio fue señalado como culpable por el entorno de Iglesias. Recoge que del comportamiento de Araújo «excesivamente nervioso y preocupado en el momento en que se conoció que Sonia no había acudido al trabajo como pretendía», y «tranquilo» a medida que pasaban las horas, no puede deducirse «un indicio racional que demuestre que participó en su desaparición». Es más, argumenta que «si hubiera sido él el autor, lo lógico es que hubiera tratado de disimular». También justifica el alejamiento de éste de la familia de la joven, ya que «desde la misma tarde de la desaparición, los padres de Sonia le imputaban haberle dado muerte, de forma que su presencia en alguno de tales actos [como manifestaciones] podría haber derivado en actos violentos».

Por último, pese a que reconoce que «en principio Julio pudo tener tiempo de haber llevado a cabo la desaparición» en base al intervalo horario en que se produjo, descarta «la existencia de una futura separación matrimonial» como causa posible. Oficialmente cerrado, solo la aportación de nuevas pruebas podría reabrir uno de los casos más misteriosos de la crónica negra gallega.

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