Rosaliano Riascos muestra la cicatríz de uno de los tres disparos recibidos en su país natal
Rosaliano Riascos muestra la cicatríz de uno de los tres disparos recibidos en su país natal - ical
sociedad

«Todos sentimos lo mismo»

Rosaliano Riascos vive como refugiado en León desde 2012, después de librarse de una matanza en Colombia

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«El ser humano es un ser un humano aquí y en otro lugar. Todos sentimos lo mismo; tenemos frío, hambre, pensamos y sufrimos». Una reflexión en clara alusión al trato que reciben estos días los miles de refugiados a las puertas de Europa que huyen del infierno de sus países y buscan el paraíso. Y quien lo dice sabe bien de lo que habla porque Rosaliano Riascos es un activista social que se vio obligado a abandonar Colombia tras sufrir varias amenazas de muerte y salir vivo, de milagro, en un tiroteo. Una situación que le empujó a abandonar su comunidad del municipio de Buenaventura y llegar a España en 2011 dentro del Programa de Protección Temporal de Derechos Humanos de Amnistía Internacional para vivir en León y, posteriormente, obtener el permiso de refugiado.

Rosaliano Riascos recibió asilo y protección en León en 2012 al cumplir con la condición de refugiado que recoge la Convención de Ginebra al existir «fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas». Era un líder de la comunidad afroamericana en Colombia que defendía los derechos básicos de su pueblo y la titularidad de las tierras que cultivaban.

Pero todo cambió la madrugada del 11 de mayo de 2000 cuando un grupo de paramilitares irrumpió en la aldea de Buenaventura que sacó a sus vecinos, a la fuerza, de sus casas para reunirlos en la plaza. Comenzaron a asesinar a los líderes de la comunidad y a estudiantes. «Me asignaron el número 6 para matarme», apunta, para posteriormente guardar silencio y tragar saliva. «Luego, comenzaron a disparar y la persona que estaba al lado se desplomó sobre mí. Entonces, recibí el impacto de una bala en la rodilla y otra en el hombro por lo que perdí el conocimiento y los paramilitares me dieron por muerto», relata. Se libró de una matanza de 13 personas.

Tras ese incidente, abandonó Buenaventura pero también su vida, su trabajo y su sustento. No ha vuelto desde entonces pese a residir otros once años en Colombia, en concreto en la capital Bogotá, antes de viajar a España. Ni siquiera para dar su último adiós a su madre y abuela que fallecieron hace unos años, ni para ver a su hijo mayor.

«Ser refugiado me hacía sentir raro. Por un lado, parece que te discriminan por tener esa etiqueta pero, por otro, tienes ciertos derechos», apunta. Rosaliano cita, por ejemplo, el permiso de residencia y trabajo durante cinco años. Al principio, tuvo una ayuda para pagar el alquiler de su vivienda en León durante ocho meses y para manutención y ropa gracias a Accem León, a la que muestra una gran gratitud por el apoyo recibido.

Pero eso acabó y el paraíso que ansiaba se tiñó de infierno porque en su estancia en España aún no le ha «dado la oportunidad de trabajar» y el negocio de montar una tienda se fue pronto al traste. Y ahora, con 58 años y con una minusvalía en la rodilla del disparo, es consciente de la dificultad para encontrar un empleo y su familia sobrevive con los ingresos de su mujer que cuida a una persona mayor.

Ver los comentarios