corazón de león

Rayos y truenos

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En este verano que fenece entre truenos de mal agüero, el dios sol ha lanzado a su antojo, sin conmiseración, puñales ardientes, bengalas despiadadas y espadas como rayos. El fuego de la ira se cebó en tierras leonesas de manera cruel por la comarca de La Cepeda, en montes inocentes de cuya defunción sólo pueden responder los pirómanos de turno, si fuese el caso, o la dejadez de esas instituciones que deben velar por proteger la naturaleza con una política de prevención que va más allá de esperar a que se inflame la llama. Arde el bosque, sí, pero no aquél del humor de Perich: «Cuando el monte se quema, algo suyo se quema… señor conde». Ahora arden bosques, pastos, huertos, granjas e incluso casas de humildes vecinos a quienes nadie ni nada va a recuperarles el particular paraíso convertido en cenizas.

Más sangrante, más cruel, más mortífero ha sido ese sol que ha calentado hasta el límite el corazón de quienes han desenvainado la cimitarra para dar muerte, como el Saturno devorador, a hijos y familiares. También este trágico rayo solar ha atravesado las tierras leonesas en este verano que se suponía de solaz descanso. La muerte no se toma vacaciones, como bien saben quienes sienten de cerca el último aliento de la vida de los cercanos, de los suyos. Los otros, quienes viven en el paraíso en el que todavía no ha aterrizado el mortal rayo del sol o el trueno de la noche, se asombran ahora de que un niño ha aparecido muerto en una playa de Turquía. Y se sienten «concienciados» con el ser humano, dicen. Una foto vale más que mil palabras, pese a que en los últimos años miles de niños han muerto ahogados en las pateras que pretendían llegar al paraíso español. No hubo fotos ni, por tanto, esa solidaridad que ahora, de pronto, se ha levantado en numerosas ciudades de España.

En León hay varias localidades que están ofreciendo asilo a los inmigrantes sirios. Un buen gesto, pues no en vano las tierras leonesas han sido pródigas en emigrantes que tuvieron que cruzar incluso el Atlántico para buscarse la vida; o, más cerca, pero en trenes de tercera, aventurarse a la «esclavitud» laboral en Alemania o Francia. Algunos, por suerte, hicieron fortuna, pero los más o fracasaron en el empeño o regresaron con más penas que gloria. Ahora algunos partidos políticos utilizan a los emigrantes sirios como arma política. Y lo hacen en ciudades de Castilla y León, en donde en las últimas décadas no ha habido grandes conflictos en el asunto de la emigración. No parece ético jugar con tal asunto en discusiones municipales y partidistas. Ni Astorga, ni La Bañeza, ni León van a solucionar el problema… La solución está en esos tertulianos de la TV que arreglan el mundo en media hora.

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