corazón de león

Quijote leonés

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Es gratificante que en estos días de inusitada pasión político-electoralista que recorre el solar patrio, aparezca, cual fantasma o molino, la figura de Miguel de Cervantes, que ha encontrado un hueco con eco y con hueso en los modernos medios de comunicación, tan ajenos, por lo general, a la Cultura con mayúscula. Entre mitin y mitin electoralista, entre tertulias y tertulias vacuas, entre analistas y analistas ignaros, Cervantes ha asomado, que no levantado, su cabeza en un convento madrileño. ¡Uy, si Cervantes levantara la cabeza y viera las tropelías que en su nombre se perpetran!

¡Ojalá se recuperen no sólo los huesos, sino el cuerpo entero, cerebro incluido, de Miguel de Cervantes! Para que amoneste a esos aprovechados “historiadores” que le hacen nacer en La Mancha de Alcázar de San Juan o en la Sanabria zamorana y no en Alcalá de Henares en donde, por cierto, se exhibe a los turistas la casa en la que a saber…En León, salvando las distancias, ha ocurrido algo semejante: un par de historiadores escriben un libro proclamando que el Santo Grial está es la basílica de San Isidoro.

Nadie, salvo el concejal de turno, se lo ha creído, pero así se escribe la nueva cultura; a golpes de ignorancia y de publicidad. ¡Todo sea por el turismo!

Los restos de Cervantes encontrados en Madrid se han prestado como mandobles para guerrillas politiqueras. Allá ellos, esos políticos y esos tertulianos que no entienden el valor de un hueso que hizo posible la escritura de «El Quijote». E incluso hay escritores de fuste que critican el descubrimiento, que no es el de América, pero para las letras españolas, sí. «Aquí está Cervantes», dirá la placa para atracción de turistas y para los fieles del insigne.

Al bueno de Cervantes, aparte de cambiarlo de cuna y de remover su tumba, le ha tocado pechar con los modernos novelistas que quieren enmendarle la plana, o sea, «El Quijote». Los más recientes son Arturo Pérez-Reverte, afamado por las ya decadentes historias del capitán Alatriste, quien ha publicado un «Quijote» que se dice «popular y escolar», y Andrés Trapiello, un escritor leonés que se une al tren cervantino para “traducir al castellano actual” la mayor novela española. Largo me lo fiáis, que diría Sancho.

Andrés Trapiello es uno de los escritores leoneses más famosos de la generación nieta del inmortal tridente compuesto de Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio y José María Merino. Trapiello ha sido premiado y reconocido, y se lo ha currado, pero lo de buscarse los cuartos con una versión «castellana» de «El Quijote» es, como poco, un insulto a los millones de lectores que han leído en versión original (o sea, el castellano, o sea, el español) la obra cumbre de la literatura universal (con permiso de Shakespeare). Reverte y Trapiello van a conseguir que «El Quijote» sea para ellos la fortuna que Cervantes nunca logró en vida.

Ver los comentarios