impertinencias liberales

El pavo y el día de Acción de Gracias

Los turisperitos, profesores universitarios capaces de hacer un modelo matemático y convertirlo en una tesis,sin aplicaciones en el mundo empresarial del que se divorciaron hace décadas

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No ha perdido tiempo Fernando Clavijo en desmentir a quienes creían que la suya iba a ser una presidencia tranquila, marcada por el «buenrollismo». En unas declaraciones que hubieron de ser matizadas para mantener los mismos principios que expresó originalmente, el presidente se ha mostrado partidario de limitar el número de turistas y abrir el debate sobre el modelo turístico de Canarias, alegando que de poco nos servirían veinte millones de turistas si vienen en el régimen de «todo incluido».

Por supuesto que nadie negará nunca la necesidad de debatir pero es conveniente no bajar la guardia porque cada vez que lo hacemos en Canarias, o bien salimos con una moratoria empobrecedora, o bien queremos crujir a impuestos a los turistas, o bien hacemos un ridículo «interplanetario» proponiendo fijar por ley plantillas mínimas de trabajadores.

Así que no pretenderá el presidente que nos invite al debate y hagamos fiesta porque ese complejo de pavo —ya se sabe, es alimentando amistosamente por el humano que se lo termina zampando el día de Acción de Gracias— está bien para los pavos, con permiso de los animalistas.

Tenemos experiencias muy vívidas sobre lo que supone abrir un debate. No debería significar necesariamente que lo hagan sus acomodadas señorías; sabemos que los más concernidos del sector no dejan de hacerlo a diario, eso sí, con quienes deben, sus clientes. La propuesta de Clavijo tuvo un impacto inmediato entre los políticos más intervencionistas del archipiélago, que son dicho sea de paso y sin ánimo de torturar, mayoría en la cámara regional.

También entre los turisperitos, profesores universitarios que son capaces de hacer un modelo matemático y convertirlo en una tesis doctoral, sin demasiadas aplicaciones al mundo empresarial del que se divorciaron hace décadas. No parece que tenga vuelta atrás. Pero también entre empresarios poco competitivos, algunos en organizaciones comerciales y empresariales cuya función esencial es agradar siempre al poder, lo que a fuer de ser sinceros, casi nunca consiguen.

Quizás por eso debió pasar desapercibido el comentario de Víctor Sánchez, presidente de Aepaca (Asociación de Comerciantes Zona Playa de las Américas) capaz de pedir que se regule el «todo incluido» porque «la función del turismo no debe ser llenar los hoteles sino dar vida a las islas», notable melonada que da cuenta del nivel del debate que se puede abrir. Invierta usted 50 millones de euros en abrir un hotel, ya vendrá un señor a decir que su preocupación no debe ser hacerlo rentable, sino dar lustre al paisaje. Curiosa comunión a la que asistimos permanentemente en las islas.

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