opinión

Las rutinas en la innovación

Lo que hacen las empresas es conocer las necesidades, a veces todavía no expresas, y adecuar su producto de manera progresiva a ellas

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Hace unos días, en colaboración entre el Círculo y la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos, tuvimos la oportunidad de organizar un desayuno de trabajo con empresarios y directivos en Alicante, con la intervención de Inmaculada García, presidenta de la Sociedad Española de Loterías y Apuestas del Estado.

El tema fue «La Innovación, argumento imprescindible para competir en un mundo global», y una conclusión clara, para la empresa innovar, adecuar permanentemente su producto, servicio, proceso a las expectativas cambiantes del cliente y anticiparse o reaccionar con rapidez a las mejoras introducidas por los adversarios inteligentes, es clave para sobrevivir en este mundo global.

Y es que estamos en un entorno hiperconectado, caracterizado por el conocimiento y participación en tiempo real de lo que ocurre en el mundo.

Ya no somos islas en ningún sentido. Todo lo que pasa en cualquier parte nos afecta directa e inmediatamente. Es el efecto mariposa.

Esta hiperconectividad como consecuencia de los grandes avances en tecnología, especialmente en la vinculada a internet, impacta sobre la actividad de las empresas. No estamos solos en nuestro entorno próximo y razonablemente controlado. Nuestro mercado es el mundo, pero el nuestro tradicional también lo es de todas las demás empresas.

Cada día, por tanto, es más importante que seamos capaces de entender y transformar en soluciones las expectativas de los grupos de personas e instituciones que constituyen nuestro público objetivo. De aportar eficientemente, en definitiva, valor diferencial a esos clientes actuales o potenciales, que les haga decantar hacia nuestra propuesta su decisión de compra.

Sin falsas expectativas: es muy difícil que una empresa cree necesidades en el mercado. Lo que hacen las empresas –al menos lo que intentan hacer- es conocer cuáles son esas necesidades, a veces todavía no expresas, y adecuar su producto de manera progresiva a ellas, en un proceso de adaptación continua hasta alcanzar una cierta simbiosis con el cliente que le vincule a nuestra empresa más allá del producto puntual que acaba de comprarnos. Porque el éxito de una empresa, lo he defendido muchas veces desde esta columna, solo es cuando mira al largo plazo.

¿Cómo podemos aportar ese valor diferencial?, sin duda aplicando nuestra creatividad –la de todos en la empresa- para mejorar el impacto en los clientes, y transformando esa creatividad en innovaciones en productos, servicios o procesos que mejoren su experiencia de usuario.

Y no parece que lo tengamos demasiado en cuenta en nuestro país cuando encuestas tan relevantes como el Eurobarómetro señalaban recientemente que solo un 15% de los españoles creen ser personas creativas, frente a un 34% de británicos o un 51% de los estadounidenses.

Estoy convencido de que no es cierto; de que la realidad está más cerca de la falta de constancia en las empresas para trabajar esa creatividad dedicando tiempo, espacio y técnicas suficientes para promoverla. Porque incluso en la creatividad, hablamos de rutinas.

Javier Fur es presidente del Círculo de Economía de Alicante

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