José M. de Areilza - MONNET & CO.

Brexit en tiempos de pandemia

Johnson afirma que si Bruselas no le facilita las cosas está dispuesto a saltar al precipicio del «no acuerdo»

AFP
José M. de Areilza

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en medio de la emergencia del coronavirus, el gobierno de Boris Johnson tiene además que negociar con la Unión Europea un acuerdo económico y comercial permanente. El período transitorio por el que se siguen aplicando las normas comunitarias termina en diciembre de 2020 y los tories ha convertido en un principio sagrado su negativa a pedir la prórroga y seguir siendo lo que llaman un «Estado vasallo».

El primer ministro, con su desenvoltura habitual, afirma que si Bruselas no le facilita las cosas está dispuesto a saltar al precipicio del «no acuerdo» y cortar por lo sano con el mercado europeo. Pero el equipo negociador de Michel Barnier no tiene prisa y se remite a lo establecido para la salida del Reino Unido en enero, en especial las garantías de que no habrá competencia desleal una vez fuera de la Unión y la regulación de la situación futura de Irlanda del Norte. Este territorio se mantendrá en la unión aduanera y, a cambio, habrá que establecer controles aduaneros en el Mar de Irlanda, un pacto del que ahora reniegan muchos conservadores en Londres.

Brexit ya era un mal negocio antes del coronavirus. Con la economía en depresión y un gobierno fuertemente criticado por su reacción tardía ante el virus, tiene aún menos sentido el aislamiento británico y la desconexión de sus mejores aliados. Un buen ejemplo es la solicitud que han hecho de participar en el Sistema de Alerta y Respuesta Europeo ante las pandemias, después de haber causado baja en el mismo.

En teoría, la salida de la UE permitía al Reino Unido jugar con más libertad en la globalización. Pero ese mundo de mercados abiertos y reglas multilaterales ha entrado en decadencia acelerada. Las tensiones entre Estados Unidos y China ilustran el auge del nacionalismo. Uno de los mejores antídotos sigue siendo la integración europea. La respuesta económica frente a la crisis, puesta en marcha desde las instituciones de la UE y alentada por Angela Merkel y Emmanuel Macron, desmiente una vez más las cansinas profecías anglosajonas sobre el final inminente del sueño europeo.

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